El huerto escolar del Complejo Educativo del caserío La Chorrera, cantón San Marcos, en San Antonio del Mosco, San Miguel, se ha convertido en todo un ejemplo, y es que no se trata de cualquier huerto. Es cerca de una manzana de terreno administrada con diligencia para que los alumnos, en especial los que cursan el bachillerato técnico-vocacional Agrícola, hagan sus prácticas.
«En 2014 iniciamos con las hortalizas, en 2016 mandamos a los primeros jóvenes a la Escuela Nacional de Agricultura. En ese momento fuimos un centro de acopio para el examen de admisión», relata la directora, Marta Lidia Martínez de Rivera. A mediados de marzo, el Ministerio de Educación (Mined) y la Escuela Agrícola Panamericana, mejor conocida como El Zamorano (Honduras), instalaron el equipo necesario para iniciar con cultivos hidropónicos en las instalaciones del complejo educativo.
«En nuestra escuela es algo novedoso», dijo la directora.
El centro de estudio cuenta con siembra de hortalizas, plantas ornamentales y frutales, maquinaria agrícola (un aporte de la Unión Europea) porqueriza, gallinas ponedoras, entre otras.
«Lo más bonito es que, cuando se saca el producto, se deja de un 25 % a un 50 % para el consumo de los niños, y el otro 50% se comercializa para el autosostenimiento del mismo bachillerato. Hay un comité de mejoramiento para comercializar el producto. Esos fondos son administrados por el CDE», explicó la docente.
La directora comentó que llegó al centro educativo cuando había alumnos hasta de cuarto grado, pero gracias a su dedicación y del personal docente, así como el apoyo del Mined, ahora cuentan con el bachillerato técnico-vocacional Agrícola, que ha graduado a más de 300 jóvenes.
«Ya tenemos profesionales, 12 agrónomos egresados. Los que están trabajando como agrónomos en la institución fueron alumnos. Tengo la dicha de tener un personal docente comprometido», reconoce Martínez.
El bachillerato técnico vocacional Agrícola ha generado un impulso económico para un municipio que vive de la agricultura y elaboración de petates.
«Los jóvenes que no han seguido estudiando han puesto sus granjas y sus hortalizas para mejorar la canasta básica de sus familias, venden, se favorece la condición de vida de sus familias; eso es una satisfacción para nosotros», apuntó la directora.