ARENA y el FMLN se encuentran sumidos en un proceso de degradación institucional, experimentando el rechazo de los ciudadanos como un efecto directo de los abusos de poder y el saqueo de las cuentas del Estado durante sus 30 años de gobierno.
La población salvadoreña se expresó claramente en las urnas —no una, sino dos veces— para rechazar los proyectos corruptos de ambas organizaciones, en teoría adversarias, pero que en la práctica funcionaban como un solo ente, un monstruo de dos cabezas que garantizaba su existencia con poses calculadas de polarización y enfrentamiento, aplaudidas por algunos que en esos momentos creían que había dos opciones políticas, pero, en realidad, era un mismo proyecto.
La auditoría interna que desarrolla la nueva Asamblea Legislativa sobre el desempeño y comportamiento de las legislaturas anteriores confirma que entre ARENA y el FMLN existió una fusión de intereses y poderes para tomar fondos públicos y trasladarlos a sus partidos políticos, empresas y las ONG de fachada.
De ese modo, las fundaciones y ONG creadas no solo por miembros de estos dos grupos políticos sino también por sus socios de defalco tenían asegurada la inyección de fondos públicos porque había un reparto de recursos. Ese pacto garantizaba el funcionamiento sin reclamos del mecanismo de saqueo, debido a que nadie iba a denunciar algo de lo que terminaba beneficiándose.
Las instituciones de entonces —como la Sala de lo Constitucional, la Corte de Cuentas y la Fiscalía General de la República— no iniciaron causas sancionatorias porque respondían directamente a los intereses de las cúpulas partidarias e incluso las involucraban en el proceso de saqueo o de eliminación de documentación que probaba sus tropelías.
Lo que no se resolvía con transferencias de fondos públicos a ONG y fundaciones de fachada se arreglaba con maletines negros, una de las expresiones más altas de corrupción y compra de voluntades.
Por todo esto, los ciudadanos se desencantaron de la vieja política y sus prácticas corruptas. Decidieron dar un cambio radical, y ahora estamos inmersos en un proceso de transformaciones como nunca en la historia nacional.
Incluso los funcionarios electos bajo las banderas de ARENA y del FMLN reniegan de las viejas prácticas y abandonan esos institutos políticos, pues saben que no hay futuro con ellos. Sin embargo, la política corrupta siempre tratará de conservar sus despojos y se negará a aceptar la nueva realidad.