La confrontación en Ucrania entre Occidente (Estados Unidos, Europa, OTAN) y Eurasia (Rusia, China, Irán, India) cruza ya un desarrollo de varios meses y, a estas alturas, arroja resultados importantes: La guerra es, en estos tiempos, un choque económico, ideológico, cultural y militar. Y en el terreno económico es donde se están desarrollando los enfrentamientos más determinantes.
Contra Rusia se han desatado todos los demonios de las sanciones económicas, buscando quebrar su economía como condición para derrotar sus ejércitos. Europa ha tratado de cortar el flujo de las exportaciones rusas, de sacar la banca rusa de los entes financieros de Occidente, ha robado capitales rusos depositados en bancos europeos, ha obligado a empresas occidentales que hacían negocios en Rusia a retirarse del país. En fin, ha tratado de sacar a Rusia del capitalismo occidental.
Esta es una realidad amarga para Occidente porque la incorporación de Rusia al capitalismo, después del derrumbe de la Unión Soviética, fue celebrada como una victoria esplendorosa del capitalismo sobre el comunismo. Rusia, cohibida por la derrota soviética, sería previsiblemente devorada por los capitalistas occidentales, sus ingentes riquezas engrosarían las arcas de la banca europea y estadounidense, y Occidente se levantaría como el amo todopoderoso, imponiendo su total voluntad a los pueblos rusos vencidos.
Ese era el cálculo y el sueño dentro del cual Rusia inició su penosa marcha dentro del capitalismo occidental. La instalación de las grandes empresas en el mercado ruso y el desarrollo de los grandes negocios no hizo sino confirmarle a Occidente sus sueños vaporosos. Sin embargo, algo pasó.
La oveja que iba a ser comida por el lobo feroz no se dejó atrapar, y en el curso de algunas décadas, este lobo perfumado y con trajes a la medida resultó finalmente ser dependiente de una oveja, que se hizo más fuerte que el lobo. En esta historia, en realidad, nunca existió ni una oveja ni un lobo, y todo fue un sueño trasnochado de los capitalistas occidentales que nunca entendieron a Rusia como socio en negocios comunes.
Nunca superaron el miedo que viene de las catacumbas de la historia y que profesa el Occidente al poderoso país del Oriente, al que nunca nadie ha logrado someter. Por el contrario, resulta ser Rusia el que ha librado a Occidente de amenazas gigantescas, como la de los mongoles y los tártaros, derrotados por Iván el Terrible.
O, en la Segunda Guerra Mundial, cuando el Ejército soviético derrotó a los ejércitos nazis de Adolfo Hitler. En este proceso, Rusia se transforma, una vez más, ante los ojos de Occidente, en una nueva amenaza, y de nuevo Occidente decide cercarla militarmente, pero mientras esto ocurría, los negocios florecían, hasta el rompimiento de las hostilidades militares en Ucrania. Es aquí cuando se revela la realidad larvada durante décadas, resultando hoy que Europa depende de Rusia.
Al mismo tiempo, aparece otra verdad que establece que Rusia cuenta con capacidad científica y tecnológica independiente de Europa. Entre tanto, los países europeos acuden al expediente de las sanciones económicas, con un claro contenido colonial. Europa aparece como la metrópoli sancionando a la colonia y es el fuerte castigando al débil, aparentemente en el terreno económico, nada más.
En realidad, lo que se muestra es que, en el capitalismo de Occidente, hay socios de primer nivel y de segundo nivel, donde estarían situados Rusia y otros países que nunca han sido considerados socios, a menos que Occidente siempre resulte ganando en ese juego económico.
Europa ha comprobado la verdad amarga de que las sanciones impuestas a Rusia son, en realidad, impuestas a la economía, a la vida de los Estados y a las condiciones de existencia de todos los pueblos europeos.
Es evidente la crisis económica, social y política que las sanciones esgrimidas por Europa contra Rusia están acarreando a estos países. Alemania, para el caso, cruza desplomes de su economía, crisis energética, obligándose a recurrir de nuevo al uso del carbón. En Francia, Macron ha perdido su cómoda mayoría en la Asamblea Legislativa.
España pierde el abastecimiento de gas por parte de Argelia, mientras que Inglaterra es cada vez más una simple pieza de la política estadounidense. El momento muestra a una Europa cuyos dirigentes han optado por renunciar a su soberanía para depender de la voluntad de Washington; mientras, Eurasia fortalece su economía, desarrolla sus alianzas, acrecienta su comercio, y Rusia opta por alejarse de Europa cada día más.
Los acontecimientos están demostrando que un nuevo orden mundial aparece en el escenario histórico, y en este China es la primera potencia económica. El dólar ya no es la omnipotente moneda de reserva usufructuada por Washington. Un mundo multipolar está presente, el Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se levanta cada día con más vigor como una alternativa al mundo unipolar, guerrerista, representado por Estados Unidos y Occidente.
Hasta ahora no desaparece la amenaza de una creciente confrontación militar. Los imperios carecen de la sabiduría necesaria para darse cuenta de que nuevas realidades han surgido del seno de las antiguas y que conviene convivir con el nuevo orden presente en el mundo actual.