Después de la histórica jornada del domingo, gobiernos y organismos multilaterales han reconocido el alto espíritu democrático del pueblo salvadoreño y han felicitado al presidente Nayib Bukele por su triunfo en las urnas. Su segundo mandato llega con un respaldo político-electoral como jamás se había visto en la historia del país.
Con más del 85 % de la votación a favor del presidente Bukele, el pueblo salvadoreño habló fuerte y claro: quiere continuar con su proyecto de Gobierno y está satisfecho con sus éxitos en seguridad pública, que han sido tan colosales que ya se toman como ejemplo en otras partes del continente americano y más allá.
La desarticulación de las pandillas no habría sido posible si el mismo pueblo salvadoreño no le hubiera dado al presidente Bukele los suficientes diputados para sanear el sistema de justicia, empezando por un fiscal general y unos magistrados de la Sala de lo Constitucional que estaban al servicio de ARENA-FMLN (y por ello cancelaron un partido político para impedir la primera candidatura del presidente Bukele, bloquearon fondos para el combate de las maras y de la COVID-19 y muchas más acciones antidemocráticas), además de aprobar los fondos necesarios para financiar el Plan Control Territorial y aprobar leyes adecuadas para enfrentar a las organizaciones criminales que son las maras.
Ha sido el compromiso del presidente Bukele para garantizar la vida y el resto de los derechos humanos de los ciudadanos lo que inspira y respalda la guerra contra las pandillas. Gracias a ello, las maras no cometieron más asesinatos y millares de familias no padecieron el luto por haber perdido a sus seres queridos.
Y, sin embargo, hay grupos que prefieren abogar por «los derechos» de brutales homicidas, de pandilleros que mataban, secuestraban, extorsionaban, violaban y aterrorizaban a un pueblo entero. Si el Estado debe velar por sus ciudadanos, ¿no debe priorizar a las familias honradas y trabajadoras?
Las leyes impuestas desde el extranjero dejaron al país sin las herramientas para defenderse de las organizaciones criminales. ¿Por qué deben cumplirse a rajatabla y, en cambio, dejar desprotegido al pueblo?
Los salvadoreños hemos decidido nuestro camino. Y está funcionando. Las voces que escuchamos en contra son de aquellos que nunca han puesto un pie en nuestro país y desconocen la realidad que vivimos. Y aquellos que opinan en contra de la guerra de las pandillas a pesar de vivir acá lo hacen porque o están desconectados y viven en una burbuja o tienen intereses en conservar el Estado criminal paralelo.