Incontables son las experiencias registradas a escala nacional conforme avanza la entrega de computadoras para los estudiantes en diversos niveles académicos del sector público. No olvido una fotografía publicada por «Diario El Salvador» que retrata a un alumno de bachillerato acompañado por un hombre de avanzada edad, quizá su padre. El joven llevaba una laptop recién entregada por el Ministerio de Educación y el adulto, la cebadera y cuma.
Es la perfecta imagen de lo que está ocurriendo en El Salvador: la transformación educativa en favor de las nuevas generaciones, como iniciativa del Gobierno del presidente Nayib Bukele.
Es un proyecto para cerrar la brecha tecnológica, muy diferente al que quiso ejecutar el gobierno del venido a desgracia FMLN en el período anterior con las Lempita. Pero también representa la apertura de una puerta para explorar el ciberespacio y todo lo que conlleva para las nuevas generaciones de líderes que conducirán al país en el futuro. Se les prepara para eso.
Las críticas no faltan. Que si se tardaron mucho (como si la educación fuera un ciclo que termina en un año), que si no hay energía eléctrica (como si no hubiera proyectos de cobertura total a escala nacional, sea con fuentes tradicionales o renovables), que si no hay quien repare las computadoras si se arruinan (como si no se trabaja en formar a estudiantes en carreras tecnológicas) y así.
Es entendible criticar por criticar, pues si no lo hacen, se acaba el negocio.
Además de la fotografía, me impactó conocer que, en una escuela del interior del país, no muy lejos de la capital, un alumno de educación básica no quería ni tocar la laptop que le habían entregado por miedo a arruinarla. Con dedicación, una empleada del Ministerio de Educación lo guio para que diera el primer clic de su vida.
La entrega de equipo tecnológico a estudiantes y maestros del sector público representa un cambio trascendental en las formas de conocer, aprender y enseñar; se abre para ambos segmentos un nuevo mundo, que rebosa de conocimientos sin fin. Es responsabilidad de cada beneficiado, en primera instancia, usar las herramientas que recibe para los fines idóneos.
Esta transformación solo es una de muchas que la actual administración estatal impulsa en El Salvador, tanto desde Casa Presidencial como desde la Asamblea Legislativa, que, gracias al favor del pueblo que votó democráticamente en febrero pasado, tiene la suficiente correlación para trabajar por el desarrollo que nuestro país se merece. Poco a poco la nación puede encaminarse hacia una meta más alta.
Hay mucho que corregir y construir. Acertadamente, en redes sociales el mandatario consideró que este «es el proyecto educativo más grande en la historia de El Salvador. Y llegará hasta el último rincón de nuestro país».
También el Instituto de la Juventud está haciendo su parte en la dotación de equipo tecnológico, como ocurrió recientemente en la comunidad Nuevo Israel, con jóvenes que fueron reubicados con sus familias en Ciudad Marsella, quienes recibieron tabletas.
Hasta cierto punto es chocante, aunque tolerable por efecto nato de la democracia, leer la crítica sin sentido en contra de los programas educativos que tendrán como resultado generaciones mejor preparadas para guiar a la nación. Que miles de estudiantes sigan dando el primer clic de su vida, pues nunca es tarde para comenzar a aprender.