Fotomontajes de los fallecidos por la COVID-19 entre las nubes o en campos floridos cuelgan en las paredes de humildes hogares en Piura, la región peruana más afectada por el coronavirus. Así quieren recordarlos sus familiares, que aún no superan el dolor en el país más enlutado del mundo por la pandemia en relación con su población.
En su casa, en el municipio de Buenos Aires, Esmilda Alvarado, de 58 años, muestra una foto de sus padres, que fallecieron de COVID-19, sobre un fondo idílico de montañas y cielo azul. «Esta maldita enfermedad me quitó a mis padres, es una herida tan grande que no se puede borrar», dice a la AFP llorando. Cuenta que una nieta les contagió la «maldita enfer[1]medad». «Mi madre era una mujer emprendedora, mi padre también […].
Yo fui una hija que los cuidaba, yo estaba con ellos. Hasta dejé de trabajar para cuidarlos», relata. Antes de la irrupción del coronavirus, Piura, a unos 1,000 kilómetros al norte de Lima y fronteriza con Ecuador, era famosa por sus soleadas playas, su pesca, su desierto rico en minerales y su variada producción agrícola en áreas bañadas por ríos.
Pero luego se tornó el epicentro de la pandemia en un país que tiene la mayor tasa de mortalidad en el mundo, con más de 6,070 fallecidos por cada millón de habitantes, según un recuento de la AFP basado en los datos oficiales. En comparación, el vecino Chile tiene 1,973 muertos por cada millón de habitantes; Brasil, 2,854; Estados Unidos, 2,240 y México, 2,228.
EN EL TOPE DEL RANKING
Rosa Elías de Montalbán, de 65 años, enviudó tras la muerte de su marido por coronavirus y en su pequeño hogar ha colgado un fotomontaje que lo muestra con dos grandes alas celestes, como si fuese un ángel. «Lo conservo porque ahí lo veo todos los días y sigue aquí en la casa, como si él estuviera vivo», dice sin con[1]tener las lágrimas.
Con 33 millones de habitantes, Perú acumula 2.2 millones de casos y 200,246 muertos por la COVID-19 el 31 de octubre, casi 12,000 de ellos solo en la región de Piura. Perú subió al tope de este triste ranking mundial debido a altas tasas de pobreza (30 %) y trabajo informal (80 %), así como por la superpoblación de las viviendas y el precario sistema de salud, según expertos.
Muchos peruanos no respetaron la cuarentena obligatoria por la necesidad de salir a trabajar para sobrevivir.
UN ESTADIO-HOSPITAL
A los vestuarios del estadio Campeones del 36 no ingresan futbolistas desde hace casi 20 meses. «En el contexto de la pandemia, tuvimos que tomar los camerinos y otros ambientes más [del estadio] para acondicionar un hospital de contingencia» en Sullana, segunda ciudad más poblada de Piura, explica el médico infectólogo Luis Alfredo Espinoza mientras recorre el recinto.
Cuando el año pasado colapsó la atención en los centros de salud de Sullana, de 230,000 habitantes, el Ministerio de Salud habilitó este hospital de emergencia. Debajo de las tribunas se instaló una unidad de cuidados intensivos (uci) y áreas de hospitalización para 240 pacientes con la COVID–19. En la uci de 16 camas, los enfermos están conectados a tanques de oxígeno.
Sobre una mesa hay una pequeña estatua de la Virgen de Fátima y una Biblia abierta. «No podía respirar, parece que mi pecho sonaba como un pito. Me encomendé a mi Padre Celestial y he ido mejorando», cuenta María Magdalena Yarleque, de 57 años.
Aunque tenía las dos dosis de la vacuna, contrajo el virus junto con otros seis familiares. Frente a uno de los arcos del estadio se instalaron tres altos tanques de almacenamiento de 13,000 litros de oxígeno, que escaseó en Perú durante las fases más agudas de la pandemia.
Hasta agosto, este hospital de emergencia estaba repleto, pero ahora hay camas desocupadas, pues desde mayo los contagios han descendido en el país. Piura intenta regresar a la normalidad, pero aún no hay muchos turistas y las clases presenciales solo han sido retomadas de manera parcial.