La semana pasada hablamos sobre la transformación digital de las ONG tocando un tema sobre la educación virtual, que es un pilar para que las instituciones puedan entregar contenido de valor a sus públicos.
Sobre este tema quería compartir un poco más, especialmente que puede haber tres niveles de implementación de diversos canales para educación virtual dependiente, por supuesto, de la inversión y, además, del público al que se va a atender.
La cuarentena por la COVID-19, a pesar de que aumentó la brecha digital, especialmente en la población más vulnerable, también abrió la posibilidad y, quizá me atrevería a decir, un cambio de paradigma sobre la educación, que sí es posible desarrollar en línea utilizando diversos dispositivos tecnológicos.
El nivel más profesional sería mediante una plataforma de educación en línea, como Moodle o Google Classroom, que son las más populares en nuestro medio —instituciones educativas de todo nivel las están utilizando—. Para esto el estudiante requiere de un dispositivo móvil o de escritorio para conectarse, generalmente estos casos son de estudiantes de niveles superiores.
Estas plataformas proveen herramientas interactivas para la educación, como foros, chats, encuestas, exámenes, entre otros, de tal manera que la labor educativa cuenta con una cantidad de elementos que permiten desarrollar las cátedras igual o mejor que en un aula física.
Un segundo nivel es utilizar una mezcla de plataformas de sitios web no tan avanzadas pero que permitan, de una manera, seguir un programa educativo. En este caso existen «plugins» o programas que pueden adaptarse a sitios web, que principalmente están hechos en la plataforma WordPress para poder colgar los contenidos.
En esta situación la interacción es más para la lectura y visualización de contenidos, no hay un seguimiento para el alumno, ya que estos cursos son en general autoguiados, y generalmente la motivación es porque el estudiante quiere aprender algún tema en particular. También existen plataformas de contenidos gratuitos que ofrecen formación a diversos públicos y en diversos temas. En este caso también se requiere de una computadora, aunque también pueden ser tomadas las clases por medio de un teléfono inteligente.
Y el tercer nivel, el de menor barrera tecnológica, es usar la plataforma de WhatsApp para impartir clases.
Impartir clases por WhatsApp no nos debería parecer raro, ya que la pandemia nos comprobó que muchos maestros se las ingeniaron para seguir impartiendo sus clases utilizando este canal.
Según las últimas estadísticas disponibles existen, más de 10 millones de celulares en El Salvador, por lo que la posesión de un teléfono celular no es muy rara en cualquier estrato de la sociedad, por lo que esta penetración muy bien puede ser utilizada para promover la educación a esta población que no posee otro dispositivo.
Con este artículo no pretendo que se resolverán los problemas de la educación, pero es una alternativa que se puede tomar en cuenta para mejorar y aprovechar lo que ya se hizo, y que se ha comprobado que la educación virtual ha pasado la prueba de una pandemia, por lo que se necesita impulsarla más, para que cada vez más personas tengan acceso a educación con los dispositivos que tienen a su alcance.