El Gobierno del presidente Javier Milei, que cumplió el pasado 10 de marzo sus primeros tres meses en el poder, se encuentra en uno de los momentos más decisivos de su mandato. Siempre lo supieron el presidente y su equipo más cercano. No iba a ser fácil ni poco riesgoso demoler un establecimiento con 20 años en el poder si se calcula desde la presidencia de Néstor Kirchner en 2003, pasando por los períodos de Cristina Fernández (2007-2015), Alberto Fernández (2019-2023) y de Mauricio Macri (2015-2019), que —aunque de signo político distinto— se quedó a medias con la implementación de una política reformista que no fue capaz de transformar al Estado y a la sociedad.
Como lo señaló el propio presidente Milei durante el conflicto con la cantante Lali Espósito, «acá el problema no es una actriz; es una arquitectura cultural diseñada para sostener el modelo que beneficia a los políticos. Bueno, nosotros venimos a terminar con esto. La raíz del problema argentino no es político y/o económico, es moral y tiene como consecuencias el cinismo político y la decadencia económica».
Por eso, el presidente habla también de 100 años de decadencia, que aluden a la etapa en que el Estado argentino se volvió asistencialista y asumió todo el poder.
Durante su campaña, el presidente señaló con toda claridad el desastroso estado de la economía y la pérdida de los valores republicanos de la Argentina. Para salir de ahí era necesario un tratamiento de shock. Lo reiteró en su discurso de toma de posesión del 10 de diciembre de 2023. Diez días después aprobó el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), que contiene más de 366 artículos, con el objetivo de desregularizar la economía y establecer diferentes reformas en lo laboral, estatal, aerocomercial, justicia y seguridad.
El 27 de diciembre Milei envió el proyecto de la Ley de Bases y Puntos para la Libertad de los Argentinos, con más de 600 artículos que implican una amplia delegación de emergencia y de delegación de facultades legislativas para el presidente de la república. Nadie puede alegar que el presidente argentino se haya saltado las normas del juego democrático.
Para entender la necesidad del tratamiento de shock y la radicalidad de los cambios propuestos por Milei es indispensable entender la situación de Argentina en el momento en que este asume la presidencia: 60 % de los argentinos por debajo de la línea de la pobreza, reservas netas negativas en el Banco Central por $11,200 millones, brecha entre el dólar real y el paralelo del 200 %. «Una sociedad con cifras récord de indigencia y que al mismo tiempo nunca repartió tanta asistencia social como ahora. Donde buena parte de esa asistencia funciona como botín de guerra para organizaciones de izquierda que le roban la plata a quienes dicen defender y atenta contra aquellos que la producen».
Resulta explicable entonces por qué los beneficiarios de este estado de cosas están reaccionando desde todos los frentes contra Milei.
El presidente ha reiterado una y otra vez que este desastre en el que viven los argentinos no es ajeno al sistema que gobierna. «Se trata de un sistema consciente y planificado, se trata de lo que yo llamo “el modelo de la casta”. Es que hay una relación íntima entre los privilegios de la política y el malestar del común de los argentinos. Es precisamente el modelo económico del Estado presente, un régimen de gasto público alto, déficit fiscal, deuda y emisión monetaria».
A ese Estado es al que quiere cambiar Milei y por ello el ataque desde todos los frentes.