Marvin Isaac Martínez Machuca, mejor conocido como el Cipitío, pasó de vender panes con salchicha, los cuales trasladaba en una bicicleta, a ampliar su menú a cinco diferentes tipos de carnes, distribuidos en ocho puntos de ventas con el apoyo de 34 colaboradores.
El negocio es un legado familiar que empezó con su abuelo, luego con su padre hasta llegar a él, cuando tenía 12 años.
«Mi abuelo comenzó a vender con un cajón en el hombro, mi papá vendió en bicicleta de carga y yo continué vendiendo en bicicleta durante muchos años; ahora gracias a Dios poco a poco fuimos abriendo más puestos», comentó.
El crecimiento de su idea de negocio no fue un golpe de suerte, decidió superarse académicamente y a sus 21 años ingresó a la Escuela Especializada en Ingeniería ITCA-Fepade regional La Unión, para estudiar Técnico en Gastronomía.
«A uno le cambia un poco el disco, aprendí muchas construcciones de fórmulas, a hacer las áreas de trabajo, a distribuir el trabajo de forma que la gente dé más resultados al enfocarse en áreas específicas, pude crear departamentos y eso me ayudó a evolucionar», manifestó Isaac.
Al terminar sus estudios, continuó su negocio en una bicicleta; y en 2014 abrió el primer punto de venta frente al Centro de Gobierno de San Miguel. Este año contabiliza ocho puestos de venta, dos de estos en Morazán (El Divisadero y San Francisco Gotera).

Panes el Cipitío tiene cinco variedades: jamón y salchicha, ambos de pavo; carne de res, cerdo y pollo.
Machuca recordó que la falta de un vehículo propio hacía difícil llevar suministros a los puntos de ventas y debido a que se trataba de un negocio informal no contaba con un respaldo financiero para tener acceso a un crédito.
«No tenía nada qué dejar de garantía para obtener un vehículo, hice el proceso 16 veces para obtener mi primer vehículo. Una vez que me lo aprobaron fue más fácil moverse para trasladar la mercadería y eso nos hizo reducir los costos inmensamente» señaló.
Durante su trayectoria ha sufrido dos asaltos, en una ocasión le hurtaron el salario de 36 colaboradores.
«Sentí que el mundo se me caía encima. Para mí, lo más sagrado es la gente que trabaja conmigo», dijo.
Asimismo, aseguró que el clima de seguridad que se vive en El Salvador le ha devuelto la confianza.
«Los cambios se han visto en la seguridad. Nosotros pagábamos, como todos los comerciantes, cantidades bastante significativas [de extorsión], ahora eso ayuda para algo más. También hay más tranquilidad para los empleados, porque son quienes están en los puestos permanentemente, son quienes recibían a estas personas o las amenazas que ellos daban. Hoy ya no reciben este tipo de amenazas, eso ha ayudado a la confianza del personal y la tranquilidad de nuestros colaboradores», apuntó.