El maestro Gunnar Björnstrand dijo: «Si todo es imperfecto en este mundo imperfecto, el amor es lo más perfecto de todo precisamente por su perfecta imperfección». Este planteamiento es una caricia al alma, sobre todo para aquel que sufre por la culpa o su pasado. Asimismo, cuando no acepta algunos aspectos de su vida y en su vida, reconocer y aceptar la imperfección como un aspecto perfecto de la vida, tanto para crecer y vivir en paz, es sin duda un regalo preciso.
Cuando se reconoce que las imperfecciones son la característica diferenciadora entre cada ser humano ya crea un aspecto interesante como categoría existencial, pues se vuelve un aspecto positivo de personalidad y no ya una lúgubre realidad limitante. Y es que aquello que nos diferencia es lo que nos potencia y lo que nos vuelve especiales en nuestra ordinariez.
De igual forma, como segundo punto, el solo hecho de comprender que lo ordinario es extraordinario permite colocar a la cotidianidad en un estado superior de energía mental y espiritual. Así que, aceptarse como tal y degustarse como tal es el inicio de volverse perfectamente imperfecto. ¡Vaya pedazo de verdad mística!
De tal manera, cada vez, apreciado lector, que usted sienta culpa o pena por una característica no apreciada suya, recuerde que eso lo hace distinto, especial y ante todo lo vuelve una parte del todo, que goza y restaura lo imperfecto. Por lo tanto, ame quien es, observe su imperfección y si ella no lo daña realmente ni daña a nadie más, acéptela como una parte bendecida de su vida.
Empero, lo expuesto con antelación da la pauta para estructurar una forma de vida que permita la aceptación y al mismo tiempo la evolución; es un error pensar que para crecer o evolucionar se debe desechar. Ya lo decía el maestro Debasish Mridha: «Nada es perfecto; nada es imperfecto. La perfección y la imperfección residen en tu percepción». Pues bien, crece, pero aceptándote, no desechando; entonces verás cómo lo que hay que mejorar se mejora y lo que hay que mantener, se mantiene. Pero siempre bajo la luz de esa verdad llamada aceptación y amor por lo distinto, que radica en tu perfecta imperfección.