No hay duda de que cientos y miles de ciudadanos ven con agrado las medidas tomadas con el régimen de excepción. Por fin el presidente de la república, con más poder y reconocimiento de los últimos tiempos, escuchó el clamor de las voces y la sangre que subía desde los sepulcros. Crímenes horrendos con una barbarie animal están saliendo a la luz y purgados. Los mini y pequeños comerciantes, la base de la economía informal, ya pueden trabajar en paz. Sin duda un gran logro.
Si vamos a los orígenes de este mal a lo mejor tengamos que partir desde la época de la Colonia y la inserción social de los ladinos en la vida social de los pueblos, agravada posteriormente por la injusticia en la tenencia de la tierra y por la explotación de la fuerza laboral nativa. Estas condiciones son el producto de los movimientos sociales reivindicativos desde la época de los líderes naturales de este país desde el siglo XIX.
El conflicto armado de la segunda mitad del siglo XX puso también su aderezo en el conflicto social, especialmente al no implementar políticas públicas de inserción en la posguerra. Los «muchachos» se acostumbraron al dinero fácil y al manejo de las armas para intimidar y vivir sin esfuerzo. Así que cero intereses por la formación laboral y la convivencia social. Los valores son trastocados y la solidaridad y el apego toman un rumbo diferente al tradicional. Desde esa perspectiva crean sus propias normas y estructura de vida, y los gobiernos los dejan hacer y fortalecerse. Todo eso lo conocemos de vistas y oídas.
Ahora con las medidas de «limpieza social», que justamente se aplican con éxito y el agrado de la población, démosle vuelta a la moneda. Las familias cuyos miembros han sido alcanzados y que se cuentan por miles. No podemos negarles el derecho a la nacionalidad ni a sus derechos ciudadanos, a pesar de que sus manos están manchadas de sangre y sus cerebros torcidos.
Pienso que es el momento justo de la rehabilitación, especialmente de los más jóvenes, que a futuro se pueden integrar a la sociedad con una nueva perspectiva de los valores morales y ciudadanos y, aunque sea, con una incipiente formación laboral. Y la práctica podrían hacerla como ahora hacen los reos en fase de confianza.
El presidente es un hombre visionario, de buen corazón y los tiene en sus manos. Encerrados y a disposición las 24 horas del día. A fuerza deben desaprender lo aprendido y cambiar su perspectiva de la vida y la sociedad. Deben aprender nuevos valores y fomentar las habilidades y destrezas que todo ser humano tiene. Pasados los años, podrán volver a respirar en libertad y acoplarse a una nación en desarrollo, pujante, que busca su destino con un buen capitán al timón.