En poco tiempo las empresas y los Gobiernos del mundo que estén interconectados en esta aldea global de la digitalización pondrán en sus plataformas de comunicación anuncios de que se buscan funcionarios 5.0, que sean capaces de construir una sociedad sobre los avances tecnológicos, donde el ser humano sea el centro de todos los esfuerzos.
Cada vez que hay cambios de gobierno se genera toda una expectativa en torno de los nuevos funcionarios, y si estos van a estar a la altura de los desafíos que la población les va a demandar, especialmente si al pasar un breve tiempo no les han dado respuestas y solución a las necesidades. Esto se vuelve complejo por parte de aquellos funcionarios que no se atreven a hacer cambios profundos y estructurales en sus carteras de Estado.
Algunos lo hacen en corto tiempo, prefieren limpiar la casa y conformar cuadros ejecutivos con profesionales especialistas afines a la visión y misión del nuevo gobierno, otros no se atreven porque no tienen el liderazgo o las capacidades para hacerlo, o prefieren simplemente quedarse en el confort del cargo conservando los mismos cuadros, aduciendo que son evaluados, aunque no hayan hecho nada diferente en 20 o 30 años en los cargos. Hay una cita bíblica que dice: «No se pone vino nuevo en odres viejos». Este tipo de funcionarios se deja absorber más por lo operativo que por lo innovador.
El término de funcionario 5.0 destaca grandes habilidades de liderazgo que permitan inspirar e influir en sus colaboradores a fin de trabajar en función de resultados.
Desde el principio de la historia el servicio público ha sido tema de debate, ya Platón en su libro «La República», el político romano Cicerón y Nicolás Maquiavelo en su libro «El príncipe» postulaban sus criterios sobre aquellos elementos y doctrinas que deberían adoptar los servidores públicos. En nuestra época moderna, dónde la tecnología ha invadido de forma disruptiva todas las áreas de la sociedad, no solo en el desarrollo del «software» o de plataformas tecnológicas que han cambiado la forma de ver el mundo y las cosas, está también interviniendo el mundo de la política, que exige pasar de ser un funcionario tradicional operativo a un funcionario 5.0 innovador, que se atreva hacer cosas diferentes. Este tipo de funcionarios debe tener una alta comprensión de la tecnología, debe ser un líder desde el frente capaz de hacer los cambios que le den un nuevo giro a la administración pública, que le dé su propio sello de gestión, poseer una cultura global tan importante en este mundo interconectado, un dominio excelente de la multitarea en un universo holístico y dinámico.
Los funcionarios 5.0 deben estar revestidos de habilidades de negociación con un fuerte liderazgo capaz de incentivar y motivar a sus subalternos, deben estar aprendiendo cada día sin importar qué tan alto estén en la escala jerárquica. El psicólogo internacional Daniel Goleman, en su libro «Inteligencia emocional», define que los funcionarios modernos deben desarrollar capacidades emocionales como el autocontrol, la asertividad y la empatía, es decir, tienen que ir más allá de los modelos tradicionales de prácticas gerenciales con directores o gerentes de departamentos que han pasado 20 años haciendo los mismo con propuestas que no pasan más allá de los escritorios, con poca capacidad para dar los servicios y los resultados que la población les demanda.