En los círculos rojos sigue siendo tema de lamentaciones, llanto y crujir de dientes la expulsión de aquel joven político que tenía la ilusión de cambiar el país. Sus aspiraciones no encajaban en la agenda de intereses de la cúpula farabundista.
Una cúpula que, desde el fin del conflicto armado, mantuvo un forcejeo interno constante por el control del partido, el cual fue notorio cuando se le presentó la oportunidad de asumir las riendas del país y de «repartirse» las instituciones. A Óscar Ortiz lo mantuvieron bastante lejano al verdadero poder. Tenían pavor de que les robara el partido. Es que es comerciante y por eso nunca fue candidato presidencial. La verdad es que tenían razón.
Casi 40 años esperaron los dirigentes guerrilleros para gobernar. Pero arribar al poder los enloqueció y solo bastaron 10 años para agarrar pico y pala y construir su propia cripta. Se olvidaron de que el pueblo creyó en su discurso salpicado con la sangre de la guerra. Los dólares de Caracas los volvieron soberbios.
La lucha que dijeron sostener por el pueblo fue realmente un espejismo. La vida que cambiaron no fue la de los salvadoreños, sino la de ellos mismos. Sus «grandes enemigos», los tricolores, realmente eran sus socios, con quienes mantuvieron oculta la verdad y se enriquecieron a manos llenas. La sociedad Voldemort y Funes dice mucho.
Ahora, a 42 años de su nacimiento, el FMLN no puede ni siquiera mantener unida a su ínfima fracción en la Asamblea Legislativa. Algunos que aún creían en la recuperación de su marca, hoy en día se dedican a escribir de todo lo malo que su cede en el partido. Al final, le entregaron las riendas a Ortiz, quien no encuentra la mejor cruz para el nicho del instituto político rojo.
Incluso, aquellos foráneos que les brindaron su malicioso respaldo –obviamente por mantener privilegios y protección— se desmarcan y buscan «parecer amigos» de un nuevo gobierno. Mercenarios, rastreros, sapos, que la palabra lealtad les quema la lengua.
Medardo, Norma, Lorena y compañía: ¿aún aplauden la expulsión de Nayib Bukele? Su partido político expira. Los salvadoreños les sacaron tarjeta roja y no solo a ustedes, sino también a sus socios areneros.
Pero creo que la necedad y el ego son más grandes que sus inteligencias. Del FMLN ya solo quedan unos cuantos pedazos. El camino de los zombis tiene un fin.
Los ataques que provienen de las mesas conspiradoras en las que ustedes con ARENA, sus ONG fachadas y los plumíferos carniceros se sientan no son contra el presidente Nayib Bukele. Es contra el pueblo. ¿Miento? Sus mismas encuestas se los espetan en sus caras.
Se entiende el porqué del muro de los lamentos en el partido rojo por la expulsión de Nayib. Bien dicen que el «hubiera» no existe, que llorar sobre leche derramada es por gusto.
Si hay algo que fue pegajoso es el himno de ARENA: «El Salvador será la tumba donde los rojos terminarán», y cuánta razón tenían. Solo que se quedaron cortos. La tumba es para ambos. Y no fue ARENA la que le dio sepultura al FMLN. Fue el pueblo quien los liquidó a ambos y puso a su presidente.
Ahora, ARENA, el FMLN y los «partiditos» se escudan en leguleyos (algunos con colita) para intentar detener la voluntad del pueblo, que es el único soberano reconocido en la Constitución, que ha dicho ya que quiere otro mandato del joven «gorra hacia atrás» que fue expulsado del FMLN.
A 16 meses de las elecciones presidenciales: el 86 % de la población quiere reelegir a Nayib Bukele. ¿Más claro? 86 de 100 salvadoreños votarán por Nayib Bukele. ¿Por qué? Porque aquellas ilusiones de hacer de El Salvador un mejor país ahora son una realidad. El camino está muy avanzado y rendirse ha sido un término eliminado del diccionario del pueblo.
Al inframundo del FMLN y de ARENA el pueblo le sacó tarjeta roja.