Los liderazgos genuinos y naturales son aquellos que nacen con el individuo; su carisma, su capacidad de hacer conexión con la gente, tal como lo refleja el presidente Bukele, son líderes natos que trascienden y se convierten en verdaderos influencers para el mundo y su época. Sin embargo, hay ciertos liderazgos prefabricados que se hacen creando imagen, mediante un marketing bien diseñado, aunque este tipo de liderazgos es muy temporal y no son trascendentales, solo sirven para un propósito.
Tal es el caso de las elecciones de alcaldes. Estuvo en evidencia que se jugaban de manera determinante los liderazgos locales, y en algunos de los casos por más que se cubrieron con la sombra y la imagen del presidente Bukele no les funcionó. El presidente se los había advertido, que su gane dependía mucho de lo que habían trabajado en sus comunidades y su conexión con la población, a eso hay que agregar que la baja participación electoral jugó un papel en contra de los candidatos de NI. El pueblo salvadoreño es un pueblo que vota inteligente y pasa facturas cuando no se cumplen las promesas.
El caso emblemático ha sido San Miguel, gana una persona poco conocida, pero fue la persona en que la población encontró su alternativa electoral. El abstencionismo fue tan alto, lo cual fue aprovechado por la militancia opositora, enviando un fuerte mensaje de que el trabajo territorial no debe descuidarse, y el oriente del país no debe descuidarse, su voto pesa y define elecciones; así ha sido históricamente.
Esto, además de darnos una lección, nos deja un mensaje: que no tenemos verdaderos líderes locales, que no solo basta salir en un medio o ser un personaje asiduo en entrevistas; si no se hace trabajo territorial o se hace una verdadera conexión con las comunidades, no se logran los resultados.
Ya hay una inteligencia colectiva del electorado, y sabe que puede cambiar las cosas, su realidad y sus beneficios, y apoya a aquellos que le responden, tal como ha pasado con el presidente Bukele. Él les ha dado respuestas efectivas a las necesidades de la población y por eso el pueblo le da un triunfo avasallador, pero si el funcionario local fue un mal conductor, el pueblo le da una lección de derrota.
Lo bueno de todo esto es que se da un mensaje al mundo de que en El Salvador se vive una verdadera democracia, firme y sólida, que es el pueblo el que afirma y reafirma quién lo gobierne.
La lección es que aquel candidato que no tiene la capacidad de hacer un verdadero trabajo territorial en sus comunidades de manera permanente está condenado a fracasar y a recibir el voto de castigo de la población.