Cada vez vemos con mayor frecuencia que las personas de edad avanzada pasan la mayor parte del día sentadas frente a un televisor, a una computadora, en una mecedora o dormidas sin hacer ninguna actividad física, mental o social que contribuya a prevenir el progresivo deterioro del organismo, sobre todo en lo funcional y cognitivo.
Las personas mayores tienden cada vez más a llevar una vida sedentaria acompañada de la práctica de malos hábitos en la dieta alimenticia y unida a la ausencia de vínculos sociales, familiares o afectivos. Los especialistas en el envejecimiento humano sostienen que llevar una vida carente de movimiento, de actividad física, cuando se está sobrepasando los 50 o 60 años aumenta significativamente el riesgo de alcanzar la fragilidad en la etapa de la vejez, seguido de un estado de dependencia en el desarrollo de las actividades de la vida diaria.
La fragilidad es considerada como un síndrome geriátrico, que sufren las personas en la etapa de la vejez, que se manifiesta por medio de la pérdida acelerada de peso, de un cansancio permanente, del desinterés por participar en cualquier tipo de actividad y de una visible afectación en la marcha y en el equilibrio. Esto trae consigo el aumento de las probabilidades de caídas y accidentes; la imposibilidad de hacer actividades tan básicas como bañarse, vestirse o comer; las hospitalizaciones recurrentes, hasta llegar a consecuencias irreversibles como la pérdida de la vida.
El sedentarismo además incrementa la posibilidad de adquirir enfermedades como la diabetes, la hipertensión, los problemas cardíacos y otras patologías degenerativas como el alzhéimer o la demencia. Por el contrario, la práctica de al menos 30 minutos de ejercicio físico al día, el desarrollo de actividades de terapia ocupacional, arteterapia, musicoterapia u otras reducen el riesgo del aparecimiento de enfermedades crónicas y mejoran sustancialmente la calidad de vida de las personas mayores, permitiéndoles con ello gozar de una vida más plena.
En Casa San Miguel, específicamente en el centro de día, desarrollamos un programa diario de actividades con personas entre los 70 y 90 años, que incluye la práctica de ejercicios físicos como los aeróbicos, el baile y el taichí. Este último es un arte marcial que ayuda a fortalecer la musculatura y no supone un exceso de energía. La práctica constante provoca en el organismo de las personas mayores la reducción de las tensiones, mejora la circulación, aumenta la fuerza, disminuye el avance de la demencia, reduce el estrés, la depresión y también ayuda a prevenir el insomnio.
El especialista en educación física gerontológica Pedro Alcántara Sánchez Millán sostiene que algunas de las enfermedades, como la diabetes y la hipertensión, pueden verse agravadas por el sedentarismo; pero, por el contrario, tienden a mejorar notablemente con la práctica constante del ejercicio físico, muchas veces incluso sin necesidad de recurrir a medicamentos.
Transformemos desde ahora nuestros hábitos, llevemos una vida que incluya el ejercicio físico de manera regular, una dieta equilibrada y un entorno social positivo. Cambiemos el sedentarismo por una vida más activa y saludable para que cuando lleguemos a la etapa de la vejez, seamos personas independientes y menos propensas al padecimiento de enfermedades crónicas y degenerativas.