Yuval Harari, en su reconocido libro «Sapiens», sostiene la tesis de que el ser humano como especie ha logrado su desarrollo cultural y social, con los grandes hitos que la componen, gracias a la capacidad de desarrollar vínculos de cooperación y apoyo, a través de complejos y entramados acuerdos y consensos en virtud de sus capacidades de invención e imaginación. Estas capacidades, con sus importantes logros, según la tesis de Harari, han permitido que nuestra especie sea la dominante sobre las demás.
En un mundo laboral y profesional, que constantemente nos desconcierta con su complejidad exorbitante y que pareciera exceder nuestra capacidad de adaptación, invocamos que la mejor manera de hacerlo es a través del desarrollo profesional, significando esto acrecentar nuestras capacidades técnicas y la adquisición de nuevos conocimientos que nos permitan dominar nuevas tecnologías acompañadas de nuevos saberes e información que ayuden no solo a mejorar nuestro desempeño laboral y profesional, sino también, aunque menos explícito, a aminorar nuestra ansiedad por la incertidumbre que conllevan los constantes cambios impuestos por las nuevas tecnologías y demás desafíos del mundo en el que vivimos.
Actualmente, el ejemplo más destacado de esta realidad son las tecnologías cognitivas o redes neuronales artificiales, más conocidas como inteligencia artificial (IA), que tienen la capacidad de simular procesos mentales humanos como el aprendizaje, la percepción y el razonamiento, generando preocupaciones a nivel individual, pero también de gobiernos y corporaciones globales, que buscan adoptar medidas para controlar los impactos negativos para estas entidades.
A nivel individual, la complejidad de un mundo laboral en constante cambio es significativa, lo que nos lleva a buscar la profesionalización en nuestras áreas de competencia para enfrentar las demandas del mercado laboral. Sin embargo, un desarrollo profesional estrictamente individual limita la perspectiva organizacional, especialmente en el caso de profesionales en posiciones de liderazgo, ya sea en entornos empresariales, educativos, sin fines de lucro, etcétera.
Para que el desarrollo de líderes profesionales sea completo es crucial reconocer que la consecución de los objetivos organizacionales depende no solo de la adquisición de habilidades técnicas, sino también de la capacidad de convocar y motivar a los demás miembros para alcanzar dichos objetivos. Esto implica que las capacidades técnicas no serán suficientes si no están acompañadas de habilidades interpersonales, cruciales para el trabajo colaborativo. Entre estas habilidades se incluyen la escucha activa y genuina, la comunicación asertiva, la empatía para comprender la perspectiva del otro y generar confianza, así como la inteligencia emocional.
Un desarrollo profesional que abarque el aprendizaje de conocimientos técnicos y el ejercicio continuo de habilidades interpersonales y emocionales conducirá a organizaciones exitosas y, no menos importante, a una sociedad más humana. Esto subraya el valor de la persona humana no solo como un recurso para incrementar la productividad, sino también como una prioridad que otorga sentido y propósito a todas las actividades humanas.