«El pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla», frase inscrita en el bloque 4 del campo de concentración de Auschwitz, atribuida al filósofo español Jorge Agustín Ruiz.
Nuestra historia, llena de contradicciones, saqueos al Estado, componendas con la criminalidad, apenas es reciente, de hace cuatro años para atrás. Un país «gobernado» por mafias y politiqueros codiciosos, impunes a la justicia que ellos mismos administraban en su favor y con una manipulación extrema a toda idea de libertad que obscureciera el pensamiento de un pueblo y pudieran hacer y deshacer con todos los principios constitucionales; es más, que tuviesen a su libre albedrío todos los poderes del Estado para usurparlo, luego salir en desbandada como ratas a ocultarse en el exterior como prófugos, a disfrutar, dilapidar lo robado a los recursos del pueblo. Esa historia es apenas reciente, que el pueblo les arrebató en unas elecciones constitucionales y democráticas, para NO OLVIDARSE JAMÁS.
El pueblo votó masivamente, seleccionó una fórmula que le representaba «nuevas ideas» para gobernar, nueva forma de enfrentar nuestro presente y futuro sin ninguna otra opción que le fuera a perturbar su nueva esperanza de progreso y sanidad a El Salvador. Y ahí están los resultados de esa decisión del pueblo: obras en todos los sectores de educación, salud, turismo, deporte, vialidad, urbanismo, economía, seguridad. Véanse las reconstrucciones y adelantos tecnológicos en el MQ, el hospital de especialidades, el Bloom, la construcción gigantesca del hospital Rosales, asómense y vean las estructuras; reconstrucciones en servicios de salud, reconstrucciones escolares, se puso la primera piedra para construir el estadio de fútbol más grande y confortable, quizás de centro y Sudamérica… autopistas y otros proyectos de gran envergadura que atraerán turismo, inversión de capitales, mano de obra, nivel de progreso para un país.
La economía doméstica aumentó, pero nadie se ocupó nunca del desarrollo agropecuario del país, y tendríamos que fomentar el crecimiento de esas áreas fundamentales. El desarrollo agropecuario no es sembrar cuatro matas de tomates y cuatro de papas que regulen la economía; se requiere de reforestaciones, de gran equipo de maquinarias, de mucha voluntad en los propietarios de tierras aptas para las siembras y cría de ganado, mano de obra por miles dispuestos a irse a trabajar al campo. Se requiere de hacer una gran transformación en un país sin recursos en esas áreas, en esos sembradíos de caña, café y otros productos, hoy abandonados por sus propietarios ya instalados en el exterior.
Definitivamente, nuestro problema más grave y humano era garantizarnos la vida en un país con 30 a 50 muertos, y eso significaba una gran obstrucción para cualquier desarrollo urbanístico y social que nos propusiéramos.
Claro, tenemos algunas personas que hoy protestan y fustigan el proyecto de nuevas ideas para nuestro país, quejándose de que no tenemos ese país idílico donde todo se ha resuelto casi por arte de magia; desempleo, vivienda, alimentación más económica y otras maravillas, que en 30 años no lograron realizar, ni siquiera imaginarse como proyectos de vida para nuestro pueblo.
Iremos a las elecciones muy conscientes de lo que se ha realizado en estos cuatro años y lo que falta por hacer; la voluntad y propuesta que tiene nuestro gobierno para seguir adelante y —como el mismo presidente lo mencionó muy clara y estoicamente cuando se separó del Gobierno para incorporarse a la lucha electoral— con la convicción y el compromiso adquirido, así como «puso las manos en el caldero» asegurando que no saldrá del Gobierno echado como ladrón. Quizá será el primer presidente de la historia que no saldrá con las manos manchadas por el dolo, el saqueo a los recursos de nuestro pueblo. Saldrá con las manos limpias. Y desde esta tribuna damos fe de su comportamiento en la administración del Estado, y si se comprobase lo contrario también sería condenado. Es la actuación democrática que debemos tener todos, ser vigilantes y juzgar en pleno conocimiento de la verdad, sin especulaciones.