La visión tradicional de cooperación entre países siempre ha estado más relacionada con proyectos y recursos económicos. Por años, El Salvador ha recibido mucho apoyo de todos los cooperantes, y hoy, con la dinámica del Gobierno del presidente Nayib Bukele, hay más garantías de transparencia, rendición de cuentas y eficiencia en la ejecución de la ayuda, lo que genera confianza para seguir apoyando a nuestro país en la ruta del desarrollo.
Un caso que rompe este paradigma es Cuba. La mayor de las Antillas, fiel a su principio de solidaridad y autodeterminación, ha apostado por la ciencia y el conocimiento como una forma diferente de cooperación, ya que muchas veces los países tienen problemas para articular soluciones a sus necesidades por la falta de información o de experticia técnica, lo que demuestra que una nación con recursos económicos limitados puede construir con su talento humano y discernimiento una agenda estratégica para El Salvador.
En mis últimas reuniones y visitas a funcionarios o representantes de instituciones científicas cubanas, el tono de la conversación es similar: el conocimiento debe ser un arte compartido, y Cuba abre sus puertas al mundo porque siempre abraza la ciencia como estandarte para el bienestar social, sobre todo en la parte médico-farmacéutica, donde, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay un alto estándar de atención y calidad para su población, que es un referente para los países en la agenda global.
Así, quiero destacar el importante convenio que se firmó en fechas recientes entre la Dirección Nacional de Medicamentos (DNM) y el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos de Cuba (Cecmed) como muestra de esta visión, que antes era imposible porque prevalecía la lógica político-ideológica en cada una de las decisiones, y que en esta embajada hemos roto porque no nos lleva a ningún resultado y nos enfrasca en debates estériles, mientras la gente pide resultados.
Ellos, fieles al estilo cubano, abrieron las puertas de la institución con total confianza, franqueza y fraternidad y ya forman parte de la hoja de ruta que estamos recorriendo para profesionalizar a especialistas químico-farmacéuticos salvadoreños que estarán en la isla en tres grupos.
De este modo, ellos confirmarán el carisma y la amplitud de conocimientos en el rubro, lo que ayudará a que el trabajo de nuestras instituciones se perfeccione, a que el ámbito de los medicamentos en el país tenga un mayor estándar y a que las regulaciones se emitan con buenos criterios y en sintonía con la defensa al derecho a la salud de la gente, otro pilar del Gobierno del presidente Bukele.
También aplaudo la visión que tiene la Agencia de El Salvador para la Cooperación Internacional (ESCO), que ha sido muy enfática por medio de su directora, Karla de Palma, en apostar por este tipo de alianzas estratégicas en las que los países en vías de desarrollo pueden interactuar y provocar relaciones virtuosas a través del conocimiento y la ciencia, líneas no tradicionales de ayuda que sin duda van a estimular que las instituciones salvadoreñas se modernicen y diseñen políticas para que cada ciudadano reciba plenamente sus derechos y los servicios del Estado.
Es de esta forma como invito a ver el Caribe desde otro punto de vista, porque nuestra agenda e intereses compartidos están claros ante el mundo: ser artífices de un progreso en el que el universo de las ideas, las experiencias particulares y las ciencias aplicadas día a día nos empujen a un mejor momento en nuestra historia común de superación, porque Cuba y El Salvador son amigos y van a construir con buenos cimientos la casa común para superar todos los problemas y abanderar la fuerza de esta gran región.