Perder una muela es prescindir de un órgano vital. Las piezas dentarias —como todo lo creado por Dios en nuestro cuerpo— tienen una función específica, de forma armonizada; proporcionan belleza, fuerza en la masticación, ayudan con la fonación y la respiración.
Cuando hace falta una pieza dentaria, los pacientes buscan ayuda para restaurar el espacio. Si es muy pequeño porque los dientes se han movido, representa un problema, ya que se deberán mover otra vez con ortodoncia para alinear, o hacer endodoncia, o colocar una prótesis de quitar y poner.
Para cada caso hay alternativas diferentes.
Ahora analizaremos dos de ellas. Primero hablaremos de los puentes, que son dispositivos protésicos que se colocan sobre dos piezas que se desgastan para colocar sobre ellas una corona y la pieza que falta.
Personalmente, nunca me han gustado los puentes porque se desgastan las piezas adyacentes al espacio edéntulo, y si el paciente no las cuida también las perderá eventualmente.
Un puente es una alternativa al alcance de pocos, pero es uno de los tratamientos que más se efectúan porque el paciente no tiene que quitarse la prótesis, se puede limpiar fácilmente y puede durar mucho tiempo si se siguen las indicaciones de higiene adecuadas.
El otro tratamiento son los implantes, que no desgastan los dientes junto con el espacio. Estos son pernos incrustados como tornillos dentro del hueso, elaborados de un metal que es compatible con el organismo.
Luego de varios meses de cicatrización se coloca una corona sobre el perno y puede verse como un diente natural.
Esta alternativa es más cara y no todas las personas tienen la posibilidad económica para adquirirla.
Estos implantes pueden fracasar si las personas no los limpian bien, si su cuerpo rechaza el metal o si se tiene una condición sistémica que no favorezca el proceso de implantación del dispositivo protésico.
Lo mejor sería no necesitar ninguno de los tratamientos, la prevención siempre es lo mejor. Quienes carecemos de alguna pieza debemos contar lo difícil que se vuelve comer, la pena que da tener el espacio al sonreír, las arrugas que se forman en la cara al no tener el soporte muscular adecuado.
Cuando los dientes comienzan a moverse, nos mordemos el cachete, se nos lastima la encía por la falta de la pieza, se acumula comida en los espacios y una larga e interminable lista de problemas funcionales que la falta de un órgano dentario provoca en el ser humano. Mónica, una de mis pacientes, dice:
«Estaré eternamente agradecida con mi madre por haberme obligado a lavarme los dientes cada noche, por mostrarme su puente y todo lo que sufrió por no tener un programa preventivo de higiene bucal».
Ahora que Mónica es mamá se encarga de motivar a sus pequeños en la higiene bucal.
La prevención es mucho mejor.
Destinar unos pocos dólares en la consulta anual durante toda la vida evitará que invirtamos miles en otros tratamientos curativos o restauradores; además, nos permitirá tener una hermosa sonrisa hasta el día en que veamos a Dios.