Por primera vez en la historia de El Salvador, un Gobierno ha decidido enfrentar de lleno a las pandillas. No es que las administraciones corruptas de ARENA y del FMLN no supieran que las maras se habían convertido en el principal problema de inseguridad del país, sino que, a sabiendas de eso, decidieron, de manera consciente y criminal, pactar con grupos delincuenciales que habían sembrado el terror entre la población honrada. Prefirieron buscar votos y no salvaguardar la vida de trabajadores honrados y de sus familias.
Por eso es histórica la victoria de Nayib Bukele, porque con ella rompió el bipartidismo que, de manera perversa, funcionaba como un motor de la política: hacia afuera, de cara al público, ARENA y el FMLN promovían una imagen de enemigos acérrimos, con tal de que la polarización mantuviera en movimiento los engranajes del sistema. En la medida que los activistas creían que se enfrentaban a un adversario poderoso, con una ideología diferente y totalitaria, así lograban mantener en marcha sus aparatos territoriales. Eso era lo más importante. Por eso, cuando se dieron cuenta de que los delincuentes que habían protegido habían crecido y fortalecido, en lugar de enfrentarlos para proteger a las personas honradas, decidieron continuar privilegiando sus votos y pactar con ellos a cambio de trabajar en sus territorios.
Sin embargo, con la victoria del presidente Bukele, el sistema se rompió. Por primera vez, un Gobierno enfrentaba a las pandillas con toda la fuerza del Estado, logrando, además, que las leyes estuvieran del lado de las víctimas, lo mismo que policías, militares y jueces, además de fiscales y demás integrantes del sistema de justicia.
Ese ha sido el éxito del Plan Control Territorial y del régimen de excepción: lograron llevar verdaderamente la paz a las comunidades al extirpar de su interior a las estructuras criminales de las maras, enquistadas desde hacía décadas. Más de 72,000 integrantes y colaboradores de las pandillas han sido detenidos. La oposición se ha lanzado a defender a sus aliados, aduciendo violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, lo que verdaderamente ha pasado —y es la razón por la cual ha llamado la atención internacional— es que ahora se protegen los derechos de las víctimas. Madres y padres de familia saben que sus hijos no serán asesinados, torturados, violentados ni extorsionados. Saben que ahora el Estado está de su parte y no del lado de los criminales, como ARENA y el FMLN.
Esa es la razón del éxito de los programas de seguridad del Gobierno y el motivo por el cual los salvadoreños han decidido que el presidente Bukele siga al frente del Ejecutivo.