Hace unos días se hizo viral el intercambio de opiniones entre el presidente constitucional de El Salvador, Nayib Bukele, y el actual presidente de Colombia, el exguerrillero y ligado a los carteles de la droga de ese país, me refiero al señor Gustavo Petro.
Sucede que Gustavo Petro critica con un total desconocimiento de la realidad salvadoreña al comparar al Cecot, es decir, el Centro de Confinamiento del Terrorismo, con los campos de concentración nazi, y es que la escasa popularidad de Petro lo pone en una posición incómoda ante la comunidad colombiana e internacional, a diferencia del presidente en El Salvador.
Revisando algunos datos importantes de este presidente colombiano, inicia su Gobierno con una aprobación del 56 %, porcentaje que semanas después de iniciar su Gobierno desciende 10 %, es decir, cae al 46 %. A estas alturas su popularidad ronda un 40 %, es decir, una total desaprobación de su gestión. ¿Cuáles son los factores del descenso? Uno de ellos es el debate por la reforma de salud, lo que representa la apertura a grietas y confrontaciones en el interior de la Coalición del Pacto Histórico, que llevó a Petro al Ejecutivo; el iniciar una gestión presidencial y con pocos meses cesar a los ministros de Educación, Alejandro Gaviria; del Deporte, María Isabel Urrutia, y de las Culturas, Patricia Ariza.
Los principales problemas en que Gustavo Petro debería poner atención son el desempleo, la economía y la seguridad ciudadana, pero, al parecer, está más interesado en inmiscuirse en los asuntos internos de otros países, para el caso de nuestro querido El Salvador, violentando los principios de respeto a la libre autodeterminación de los pueblos a tomar sus propias decisiones. Debería, en consecuencia, ponerle atención a los miles de colombianos que salen a las calles a rechazar las medidas impulsadas por el mandatario, y que su popularidad cae a medida que avanza el tiempo de su gestión. Hay que recordar que siendo alcalde de Bogotá fue suspendido por irregularidades en la contratación de empresas recolectoras de desechos sólidos. Como bien se sabe, este tipo de personajes están hechos para destruir, criticar y manipular; muy poco conocimiento del manejo empresarial, y es así como Colombia se hunde en la desesperanza.
Se debe reconocer que él fue electo como una válvula de escape de gestiones anteriores que no cumplieron las expectativas, por eso en esta ocasión la población confió en la Coalición del Pacto Histórico, pero al parecer los colombianos se están dando cuenta del grave error que cometieron al llevar a este señor a la presidencia. La posición actual del presidente Petro es un símil de lo que hizo el FMLN en nuestro país: con solo 10 años en el poder hundió al país en una vorágine de violencia derivada de los pactos con pandillas y de hacer uso del dinero del pueblo, que junto con ARENA usó el erario para buscar beneficios particulares y para realizar pactos con pandillas. Esto es ampliamente conocido en diferentes medios y consta en los procesos judiciales abiertos.
Gustavo Petro hace exactamente lo contrario que el presidente Bukele, pues en Colombia se les está ordenando la libertad plena a personas ligadas a diferentes tipos de delitos e incorporándolas a las diferentes instituciones del Gobierno, es decir, este señor está creando un Estado indulgente con la delincuencia; la realidad salvadoreña es antagónicamente diferente, pues acá se tiene un ataque frontal contra aquellos delincuentes que cobraron la vida de más de 120,000 salvadoreños, que obligaron al cierre de empresas y negocios, que obligaron a la migración interna y externa, creando un país de pandilleros con el aval y la complacencia de los gobiernos de ARENA y del FMLN.
Gustavo Petro, los salvadoreños somos muy respetuosos de nuestros hermanos colombianos; de hecho, muchos viven y trabajan en El Salvador y otros radican de forma permanente, y son ellos los que dan fe de la realidad de nuestro país; parcero, dedíquese a gobernar su país y no se entrometa en los asuntos salvadoreños, de eso nos encargamos nosotros con la conducción de un verdadero líder reconocido a escala nacional, regional e internacional.