Cuando desde la cuenta oficial de ARENA en Twitter, se respaldó a Nasry Asfura, el candidato a presidente de Honduras por el Partido Nacional (el mismo del actual mandatario, Juan Orlando Hernández), el presidente Nayib Bukele, desde esa red social, se vio en la obligación de pronunciarse: «No iba a decir nada sobre las elecciones en Honduras, pero les recomiendo a mis hermanos hondureños hacer exactamente lo contrario de lo que diga ARENA. Nada de lo que recomienda ARENA puede ser bueno, lo comprobamos con tres décadas de saqueo y muerte en El Salvador».
Y los hondureños tomaron nota. Todavía con datos preliminares, ya es un hecho que Asfura perdió estrepitosamente: quedó 20 puntos debajo de Xiomara Castro, del partido Libertad y Refundación (LIBRE).
Todo el peso que creía ARENA que tenía en la escena internacional es, en realidad, puro humo, pero desnuda las intenciones de la vieja política que se ha empoltronado en este decadente partido. Con su endose a Asfura, ARENA le dio su aval al actual presidente, Juan Orlando Hernández, y todos sus desmanes, que van desde su ineficiente y corrupta administración de la pandemia (en la que hubo hasta un millonario fraude con los hospitales de campaña, por no decir la falta de vacunas que obligó a El Salvador a salir en ayuda de la población de ocho municipios hondureños) hasta sus vinculaciones con el narcotráfico (su hermano ha sido condenado en Nueva York, donde la Fiscalía señaló directamente al gobernante de proteger a los traficantes de drogas).
¿Cómo no iba ARENA a apoyar a un partido que en su eslogan de campaña decía «Honduras sí, comunismo no»?, parafraseando el «Patria sí, comunismo no» de la sangrienta marcha del partido tricolor. Y eso sin tomar en cuenta los favores de partido a partido, como la amplia y completa protección que el régimen de Hernández le brinda a Norman Quijano, el excandidato presidencial de ARENA que negoció con las pandillas a cambio de votos y que huyó de El Salvador en busca de impunidad.
Honduras ha tomado una decisión y puede que algunos se alegren en el país al creer que ahora serán bienvenidos y tendrán refugio, o puede despertar temores de que suceda lo mismo que pasó con el esposo de la ahora presidenta electa. Lo cierto es que los ciudadanos hondureños votaron y decidieron romper con el viejo sistema de partidos.