Desde hace algunos años, llegan con más frecuencia a la consulta pacientes que buscan orientación sobre los dientes en mala posición. La pregunta común al finalizar la cita es si van a necesitar un tratamiento de ortodoncia o si se les extraerán los dientes montados. En mi experiencia, apostando como primera alternativa por la prevención, me hice una pregunta al ver la cantidad de personas buscando la respuesta a sus problemas de mala posición en un tratamiento de ortodoncia: ¿es totalmente necesaria?, ¿también se puede prevenir?
De acuerdo con la evolución del cráneo del ser humano, la cabeza ha disminuido de tamaño. Antes teníamos 36 dientes y ahora solo 32. A unas personas les erupcionan los colmillos montados, a otras no les salen las cordales a los 18 años o padecen de apiñamiento cuando viven este período de crecimiento craneofacial; otras sufren de apiñamiento en los dientes anteriores, y así sumamos una larga lista de malas posiciones. ¿Qué pasa? ¿Por qué sucede esto?
¡Porque no usamos los dientes para lo que fueron creados! y los órganos que no se usan se atrofian; eso quiere decir que no crecen o se hacen pequeños. Si no usamos los maxilares para masticar y solo comemos comida procesada, veremos un pobre crecimiento en la cara, que a la larga no permitirá la correcta posición de las piezas dentarias.
Para algunas personas es accesible la terapia ortodóntica, o como algunas lo llaman «ponerse frenos»; esto puede ser interceptado a tiempo y es necesario hacer una consulta odontológica temprana. Muchas veces con solo masticar y ejercitar los músculos y los huesos, la naturaleza hace su función y se obtienen resultados sorprendentes. Los incisivos nos ayudan a cortar, los colmillos o caninos nos ayudan a rasgar, el grupo de premolares inicia el proceso de masticación y las molares lo culminan; cada uno tiene cúspides y fosas que permiten estas funciones.
Al llevarnos a la boca alimentos procesados —carne blanda, purés de verduras, frutas en papilla o en trozos muy pequeños— eliminamos parte de las funciones de estas piezas, disminuyendo la fuerza requerida para una masticación; esto podría cambiar si los alimentos no estuvieran tan preparados. La comodidad nos ha hecho perder algunas actividades que eran beneficiosas para el desarrollo humano: no caminamos, corremos poco y masticamos de tal manera que no usamos toda la capacidad que tenemos naturalmente.
Como odontóloga y madre de dos niñas debo comentar la preocupación que causa ver que estas alteraciones son cada vez más frecuentes. Pero es más importante decir que se podrían evitar con solo masticar. He visto cómo algunos malos hábitos que deforman los huesos se revierten con solo dejar a los maxilares hacer la función para la que fueron creados y se alinean los dientes de forma sorprendente.
La clave es hacerlo a tiempo. Decidí comenzar a recomendar el hábito de masticar: mangos verdes, jícamas, caña de azúcar, entre otros. Son refrigerios de la tarde que, además de ser sabrosos, nos ayudan como terapia masticatoria. Los excelentes resultados obtenidos me comprometen a socializar esta verdad. ¡Debemos comenzar a masticar!