Durante un programa de entrevistas, el presidente de ARENA, Carlos García, aseguró que su partido se alejó de la población y que ello provocó su caída en el respaldo popular. «Nos afectó que dejamos de representar los intereses de los salvadoreños y empezamos a representar los intereses de un par de personas específicas, de intereses empresariales. Perdimos el rumbo y la visión de cuáles son nuestros principios y valores», reconoció García.
Tal reconocimiento de culpa llega bastante tarde, ya que ARENA dejó de ser una opción para los ciudadanos desde hace mucho. Con la llegada al poder, con Alfredo Cristiani, el partido tricolor se convirtió en el defensor del pequeño grupo de financistas que lo apoyaron en la campaña electoral, pero que también formaban parte de su dirigencia. ARENA acomodó la institucionalidad del país para beneficiar a las empresas de sus patrones, pero también a las de familiares y amigos de la cúpula, lo que en otros sectores políticos se conoció como «la argolla dorada».
Aunque alguna vez se definió como «derecha popular», como contraposición a la izquierda que en las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado movilizaba masas, en realidad ARENA se dedicó solo a defender los beneficios de la empresa privada únicamente de un selecto grupo de empresarios. Su defensa de la libertad se basaba en la libertad de sus financistas para comprar lo que quería y ganar lo que quisieran, sin importar los intereses de la población.
El partido, de hecho, llegó a ser tan carente de ideas que se definió no por lo que eran, sino por lo que no eran: así se declararon anticomunistas. El primer presidente de ARENA inició la privatización y despojó al Estado salvadoreño de importantes activos, pero no para el beneficio de la población, sino para favorecer a esa «argolla dorada», que se apropió de millones en las cuatro administraciones tricolores.
Con la victoria de Nayib Bukele en las urnas, el pueblo salvadoreño dejó a ARENA todavía algunas cuotas de poder, como una especie de «beneficio de la duda», que los areneros se dedicaron a defraudar al proteger a corruptos y negociadores de las pandillas. No será extraño que el partido se reduzca aún más en las elecciones del próximo año. Ese es el precio que pagar por haberle dado la espalda al pueblo. Y ni por más actos de contrición o falsa humildad que hagan podrán revertir el desprecio que toda una nación siente por sus actos corruptos.