Las tertulias en el interior de las familias y las pláticas en las esquinas con amigos del barrio eran parte de nuestra cultura pueblerina. En esta ocasión recordaremos en un corto relato lo memorable, lo mágico y lo inolvidable de la mitología cuscatleca.
Hablemos un poco de la tradición oral como forma de transmitir de generación en generación, como lo hacían los abuelos y de padres a hijos. La cultura de las comunidades a través de leyendas o de coloridos relatos que hoy en día se ven amenazados con el olvido, personajes que forman parte de nuestras leyendas se desvanecen en el pensamiento de nuestra niñez.
Tal es el caso de la mitología salvadoreña, la cual agrupa relatos originarios de los primeros pobladores de El Salvador y se caracterizan por creencias de relatos, incertidumbre, misterio y terror, que en la actualidad solo se comentan en la población adulta, como cultura identitaria, y en tradiciones de la vida diaria, en algunos casos las personas comentan que han tenido la experiencia de presenciar y ser protagonistas de sus mitos y leyendas, como de lugares en los pueblos donde han ocurrido estos sucesos.
De las leyendas más comunes de nuestro país podemos mencionar la Siguanaba, la Carreta Bruja o Chillona, el Padre sin Cabeza, el Cipitío, el Cadejo Negro y el Blanco, el Caballero Negro, la Descarnada, el Duende, la Flor de Amate, Chasca de Agua, el Justo Juez de la Noche, la Cuyancúa, la Mona Bruja, el Carbunco y el Tabudo.
Recordando estas leyendas, nos hacen viajar en el tiempo, volver a vivir esos momentos felices y de mucha adrenalina, cuando nuestros abuelos nos contaban estas narraciones y las asociaban con hechos vividos y lugares de los acontecimientos. Estos inolvidables tiempos son los que nos hacen ver la importancia de la convivencia familiar y de amigos.
Podemos reflexionar que la mitología es un universo de acciones colectivas, que fortalece los rasgos culturales de sus pueblos e historia. En la actualidad podemos apreciar las figuras mitológicas en los desfiles de correo de las fiestas patronales de nuestros municipios, por ejemplo, el chichimeco, la gigantona de Jocoro, la Siguanaba y el Cipitío, entre otros, que les dan el toque colorido y de mucha diversión a los espectadores.
De los relatos más emblemáticos de nuestras leyendas podemos mencionar la Siguanaba, personaje que, según la leyenda, era una mujer hermosa que hacía alarde a su verdadero nombre, Sihuehuet, que con su belleza deslumbraba a los hombres. Tenía un romance con el hijo Tláloc (dios de la lluvia), el dios lucero de la mañana, del cual resultó embarazada y tuvo al Cipitío (dejo en pausa esta leyenda para que los motive a buscarla en los libros de texto escolares o narrativos y sea de su deleite).
Las leyendas mitológicas son herramientas útiles, divertidas y estimulan la imaginación; se puede identificar en los escritos la lucha entre el bien y el mal, enfocada en acciones de mucha valentía, coraje, amor y amistad.
Nuestra propuesta, con este relato, es que como abuelos, padres, madres o personas adultas podamos transmitir a nuestras generaciones estos valiosos momentos de mucha cultura e historia a través de conversaciones con la niñez y juventud, en la búsqueda del bienestar de la convivencia social y familiar.