El Salvador se aproxima a un nuevo ejercicio de democracia con las elecciones internas que cada uno de los partidos políticos han de realizar, donde tendrán la oportunidad de elegir a sus mejores líderes o candidatos que los representen. Con estas próximas elecciones, El Salvador da un ejemplo al mundo de ser un país con una alta vocación democrática que legitima a sus funcionarios a través del voto popular.
Las elecciones son un proceso institucional en el que electores eligen con su voto, entre una pluralidad de candidatos que optan a ocupar un cargo público. A lo largo de la historia, el ser humano ha buscado la mejor forma de que una sociedad sea representada, designando a líderes que sean capaces de guiar el quehacer cotidiano de una comunidad, región o país; sin embargo, al pasar de los siglos, después del despotismo que caracterizó a los gobiernos monárquicos de los siglos XI al XVIII, llevó a la sociedad a pugnar por una representación democrática, por lo cual las elecciones pueden ser entendidas como el primer intento formal y el espacio por el cual el ciudadano decide y elige quiénes son sus representantes.
Las elecciones son una poderosa acción que se le concede al ciudadano de elegir a sus líderes y gobernantes, aunque una democracia auténtica de un país requiere más que elecciones, significa brindar una mejor calidad de vida a los ciudadanos al vincular los intereses de los votantes con los gobernantes, a quienes se les encomienda alcanzar metas de desarrollo a corto, mediano y largo plazo, sentando las bases para una gobernabilidad con capacidad de respuesta.
En ese sentido, los diferentes partidos políticos deben escoger sus mejores cartas políticas, líderes críticos con una visión clara de las necesidades de un país, sin que predominen los intereses egoístas de un pequeño grupo o sector que solo ve las aspiraciones públicas como un botín para llenarse los bolsillos o embriagarse de poder, asumiendo posturas personalistas, que cuando llegan al poder cambian sus números de teléfono, ya no responden los mensajes de sus electores o grupos de apoyo, haciendo uso de las audiencias burocráticas donde no atienden a nadie, volviéndose inaccesibles inflados de poder.
En un país altamente democrático, el funcionario es un empleado del pueblo, por lo cual debe estar siempre atento a su población y manejar una política de administración de puertas abiertas. Una democracia es inconcebible si no se asocia con elecciones, ya que estas son el indicador más relevante en una sociedad democrática, ya que son la fuente que legitima a un gobierno, donde los ciudadanos pueden llamar a sus funcionarios a una rendición de cuentas para verificar si están cumpliendo el mandato constitucional.
Tenemos que decirles no a los políticos que solo les llaman la atención los votos, el dinero y el poder; lo que necesitamos son políticos que al representar sus comunidades les den respuesta a las necesidades y trabajen para llevarlas a una mejor calidad de vida. Los políticos saben que hay poder en los votos y en los números, por lo cual incrementar el número de votantes en cada elección significa más ayuda para nuestras comunidades.