Siendo yo un estudiante universitario en los años ochenta, en la Universidad de El Salvador, caracterizada por tener un sistema de formación académica con un fuerte componente de altos niveles de adoctrinamiento hacia la denominada ideología de izquierda, hacia el socialismo, y algunos más atrevidos hacia el comunismo como «ideología», época que marcó un estilo de enseñanza, se nos decía que al llegar la izquierda al poder en nuestro país seríamos libres, viviríamos en plena democracia, se aniquilaría la empresa privada, donde todos trabajaríamos para todos, donde todos seríamos iguales, donde no existiría la corrupción, donde se nos enseñó que Estados Unidos como parte del imperio capitalista debía ser derrotado (a pesar de que muchos «revolucionarios» de izquierda viven ahora allí ); el otro bloque, el de la denominada derecha, representaba a los opresores, explotadores, los hegemónicos del poder, los autoritarios, los tiranos, los dictadores; en otras palabras, lo peor para nuestros países.
Con el paso del tiempo y con las diferentes coyunturas económicas, políticas y sociales, con las rupturas históricas que el mismo desarrollo de la sociedad va permitiendo, nos vamos dando cuenta de que tanto la denominada izquierda como los que dicen ser de derecha son la misma cosa. Como bien se dijo, son la misma moneda con diferente rostro, pues sus aspiraciones y objetivos, así como sus metas, están enfocados en enriquecerse a cualquier costo y de la manera que sea, recurriendo a aquellos principios maquiavélicos que dicen que «el fin justifica los medios». Se tienen casos de corrupción gubernamental judicializados tanto de los gobiernos de derecha, o sea, ARENA, como de los gobiernos de izquierda, o sea, del FMLN; todos ellos con reserva judicial, y en otros casos con implicados en el exterior victimizándose cual si fuesen perseguidos políticos cuando públicamente se conoce del manejo de nuestros dineros mal utilizados en las compras de voluntades, a lo que se le conoció como los famosos maletines negros.
Los presidentes de gobiernos anteriores compraban la gobernabilidad, y para lograr tal cometido la especialidad de la casa eran las famosas reuniones con secretarios generales de partidos políticos, generándose casos de corrupción como los que describiré a continuación; por ejemplo: el famoso caso Sitramss, cuando al Gobierno Central liderado por el FMLN se le ofreció, por medio del Plan Yucatán, un préstamo con intereses altamente blandos para renovar con autobuses de última generación toda la flota vehicular del transporte colectivo, principalmente del Gran San Salvador, préstamo que al suscribir su contrato se condonaría el 50 %. Este fue rechazado por el Gobierno de Funes, pues ya habían negociado los llamados autobuses del Sitramss y, por consiguiente, optaron por ese tipo de transporte. Ahora entendemos las oscuras negociaciones de un proyecto símbolo de la corrupción y que ahora nos deja el triste recuerdo de cómo los gobiernos de izquierda llegaron a enriquecer sus bolsillos a costa del trabajo de nuestra gente, de nuestros impuestos.
¿Dónde queda el paso elevado sobre la avenida Manuel Enrique Araujo? ¿Dónde está la estación subterránea en la Plaza Salvador del Mundo? Ahora podemos afirmar que los 17.4 kilómetros que abarca la ruta de este proyecto son uno de los símbolos de la corrupción de los gobiernos anteriores, cuya factura debemos pagar como país, agregándole los daños colaterales y directos a otras rutas del transporte colectivo que hicieron quebrar, así como los negocios instalados en la conocida Juan Pablo II.
He colocado uno de tantos casos de corrupción gubernamental, y de estos hay muchos, y de ambos bandos. Por eso se dice que las ideologías políticas son como la religión: le enseñan a la gente a creer en algo partiendo de que nuestra gente es creyente; y no es lo malo que estas ideologías políticas existan, más bien se critica para qué son utilizadas, porque para llevar mejoras a la población no se les cree, para enriquecer a sus argollas y grupos corporativos de poder sí, y es altamente comprobado tanto a nivel mediático como a nivel judicial.
El debate de izquierdas y derechas en nuestro país ha quedado demostrado que es como el canto de estos últimos, donde proféticamente expresan que acá terminarán, y la historia les está llevando tal cual dinosaurios a su extinción del tinglado político. A su vez, nuevas expresiones políticas, como la del actual presidente Nayib Bukele, provocan y aceleran la muerte de las antiguas formas de gobernar. Mandatarios de otros países buscan replicar las políticas emprendidas por el presidente Bukele, colocando a nuestro país en la agenda pública internacional, ya no como un país violento, más bien como un país modelo para las demás naciones.
Izquierdas y derechas son un debate estéril que no resuelve los graves problemas de nuestra gente.