«No se puede tapar el sol con un dedo». Esta sí que es una expresión que no puede desvirtuar nadie cuando hablamos de la seguridad que se ha logrado con las drásticas medidas que ha tomado el Gobierno, acompañadas de un régimen de excepción que le da paso libre a cercar todas las posibilidades de los antisociales que nos tenían prácticamente encerrados, temerosos en todas nuestras actividades, a ser violentados, coaccionados o hasta víctimas de criminales, si no obedecíamos a las prácticas de esas bandas organizadas.
Surgen en los noventa y desde el Gobierno de Cristiani, casi su gestor, pasando por Paquito Flores, Saca, Funes, Cerén, convirtiéndose estos dirigentes pandilleros en una verdadera fuerza política con la que conversaban, acordaban, convenían acciones quienes llegaban al Gobierno en los procesos electorales. Asombrosas como risibles son aquellas «pantallas teatrales», farsas, en las que hablaban de «medidas» para «terminar ese flagelo», pero les llevaban diversión a las cárceles donde metían uno que otro que no tenía siquiera conexiones con los actores de la violencia. Politiquería, demagogia siempre.
Hoy se oyen en todo el orbe expresiones agradables de sorpresa, en lo que se ha convertido prácticamente de la noche a la mañana con este Gobierno en un país confiable y seguro, a sabiendas de que aún falta mucho por hacer, porque ha significado hacer un cambio total de El Salvador, y justamente he escuchado, todos hemos escuchado, en algún momento, expresiones de sorpresa: «Cómo ha cambiado El Salvador», «El Salvador es ahora un nuevo país»… y doy fe de amistades y familiares que han viajado últimamente, y en los aeropuertos hasta los chequeadores en las terminales les comentan, interrogan… «¿Verdad que El Salvador es hoy otro país?». «Felicitaciones, amigos, ya quisiéramos tener nosotros ese Gobierno». Y no es para menos, un país considerado de los más peligrosos por la violencia permanente de tantos años… el miedo que sentíamos hasta de salir a caminar alrededor de nuestras mismas comunidades.
Se llevaron a cabo unos juegos internacionales a escala centroamericana y del Caribe, y dejamos la impresión al mundo como si hubiesen sido de nivel olímpico por sus características de organización, presentación, fastuosidad, dejando entre los visitantes una bella y generosa atención de parte de nuestro país y la calidad de respeto y cordialidad de su gente. Eso es importante y valioso para un país que hace apenas unos años era considerado superpeligroso, atentatorio contra los derechos de los ciudadanos nacionales y extranjeros por falta de seguridad.
En esta columna no hay cabida para complacencia y servilismo a un ulterior gobierno. Particularmente reconozco las transformaciones, casi meteóricas, que se están haciendo en el país hacia un Estado soberano, respetuoso de la dignidad y los derechos ciudadanos frente a una historia de supraviolencia recargada desde los años noventa, y que ningún Gobierno siquiera hizo el intento de detener, paliar aquel infierno en que se había ido transformando el país.
En salud hay avances tangibles que sentimos en los centros hospitalarios, aunque aún no sean perfectos. Frecuento por tratamiento permanente el Hospital de Especialidades, el hospital clínico de Zacamil por alguna emergencia y encuentro siempre cambios hacia la rapidez y mejor atención de los profesionales y el personal auxiliar; exactitud en la atención al servicio de medicamentos que llegan al día cada tres meses a la casa.
La vialidad, carreteras y autopistas, avenidas principales repavimentadas, así como los parqueos de las comunidades. Claro, no todas, pero se está trabajando en esos proyectos.
¡Ah!… pero la alimentación, que es fundamental, sus costos se han encarecido; casi todos los alimentos son más caros y afectan la bolsa de la población. Los servicios han subido sensiblemente sus costos. Faltan planes de vivienda, fuentes de trabajo; si el Tren del Pacífico, nada que se ve por ahora y mil problemas más del país aún no se han resuelto… ¿pero en apenas cuatro años resolver los mil problemas de un país? Lo que ni siquiera el 0.1 % se resolvió en 30 años con gobiernos anteriores, sino que más bien contribuyeron a hundir más en la miseria y la descomposición social de El Salvador.
Entonces solo tenemos que reconocer y aceptar las acciones positivas de este Gobierno que nos está proyectando hacia el futuro. ¿Cómo no le vamos a dar otra oportunidad para continuar sus planes de gobernabilidad en beneficio de nuestra población?
Empezamos el escrito con ese proverbio: «No se puede tapar el sol con un dedo», porque por más que una oposición sin autoridad moral, con 30 años en el poder, que solo hundió al país en el terror de la inseguridad, no se puede negar la mejor intención que tiene esta administración frente al mundo, y que el mundo reconoce sin ambages en los medios de comunicación o de boca a boca en la comunicación personal. Y para hacer más popular el conocimiento de estos resultados tenemos otras afirmaciones: «No hay peor ciego que el que no quiere ver» y «lo que está a la vista no necesita anteojos».