Para hablar de educación en sus diferentes ámbitos, áreas y en su historia hay que vivenciar esa bonita experiencia de formar generaciones desde los primeros niveles hasta entregarlos a la sociedad como profesionales al servicio de nuestro país.
No debo dejar de referirme a los programas o proyectos que tanto los gobiernos de ARENA como del FMLN «impulsaron», pretendiendo mejorar un sistema educativo estructuralmente deficiente, donde la improvisación y la «adaptación» de modelos educativos foráneos a nuestra realidad era el «ABC». Obviamente ninguno logró dichos objetivos.
Programas vinieron y salieron sin pena ni gloria: Escuela Saludable, de alimentación estudiantil, la galleta nutricionalmente mejorada, Vaso de Leche, Plan 2021, Un Niño, Una Computadora, Programa EDUCO, por mencionar algunos, los cuales nunca lograron impactar en la población objetivo, que son los alumnos como el punto central del deber ser del sistema educativo, y cuando digo sistema educativo hago alusión a los primeros entes socializadores (familia, escuela y comunidad), donde cada uno debe orientar diferentes procesos para lograr el perfil de ciudadano tal y como estipula la legislación salvadoreña en materia educativa.
Ahora se busca por el Gobierno del presidente Bukele lograr la tan ansiada calidad educativa, concepto que en el pasado fue solo retórica. Se generan diferentes procesos para volver los servicios educativos eficientes y romper el paradigma de que en el sector privado son de mejor calidad que en el sector público, lo que ahora es solo un mito, pues los niveles de capacitación, formación, actualización y profesionalización de la carrera docente se han vuelto una constante en el sistema de educación público. Son cambios que exigen al máximo las capacidades y habilidades del equipo docente, pues se sabe y se conoce que el eje impulsador de estos cambios proviene de la iniciativa de la primera dama de la república, por medio de la aprobación y entrada en vigor desde enero del presente año de la ley Crecer Juntos, que promueve un proceso socializador donde el eje central son los niños directamente vinculados en la primera infancia, la cual fundamenta las bases sólidas para que reciban la formación pertinente a su edad, y que esto corrija los males del pasado, que aún está presente en la mala formación académica y se pone de manifiesto en profesionales recién nombrados —como horas clase o interinos—, quienes en muchos casos (hay excepciones a la regla) carecen de elementales habilidades y destrezas. A su vez, se denota una total falta de vocación y de compromiso, esto lo afirmo siendo juez de mis palabras, pues son situaciones que día a día se viven en nuestra escuela. No todos tenemos el talante, la valentía ni la capacidad de levantar nuestra voz al respecto, yo sí, y lo hago con conocimiento, pues las investigaciones al respecto arrojan este tipo de datos que yo incorporo en mis análisis, y la ciencia certificada no engaña.
Las iniciativas ejecutadas para mejorar nuestro sistema educativo conllevan a que se depure de una vez por todas a malos elementos, a los que llamé en otro artículo «el caballo de Troya», personas con agendas propias y sin interés alguno de mejorar sustancialmente nuestro sistema educativo, en lo que a cada uno le competen sus responsabilidades, y que responden a agendas ocultas de sus patrones.
Durante los gobiernos de ARENA y del FMLN —aunque les incomode que se les recuerden esos 30 años de oscurantismo y de situaciones adversas para nuestro país que obviamente impactaron en nuestra población y sobre todo en nuestro sistema educativo carente de una verdadera visión—, el Ministerio de Educación se utilizó como plataforma de apoyo financiero a grupos que lo único que hicieron fue generar una política de despilfarro. El dinero que debía llegar a las escuelas fue a parar a cuentas de universidades contratadas para supervisar proyectos de reparaciones menores en centros escolares, y para conducir procesos de capacitación docente (UCA y asociados), así como una gama de ONG fachadas del FMLN.
Por Decreto Legislativo 44, de fecha 2 de septiembre de 1939, se decretó el 22 de junio de cada año como Día del Maestro, por su dedicación y esfuerzo que ponen en la enseñanza. En ese sentido cobra vigencia esa fecha tan importante, pues esos 50,000 docentes que atienden a cerca de un millón y medio de estudiantes ahora se convierten en héroes, próceres y protagonistas directos de los cambios positivos que impulsa el presidente Bukele y su gabinete, a efecto de colocar a nuestro país en el concierto de naciones que buscan su desarrollo sostenible y sustentado en su soberanía.