Es necesario explicar conceptualmente el golpe de Estado; se define como la toma del poder político de manera ilegítima y antidemocrática por parte de un grupo ilegal y violento, que quiere controlar un Gobierno a la fuerza gracias al apoyo de grupos armados.
En el caso latinoamericano, los golpes de Estado fueron tristemente célebres durante las luchas entre las izquierdas y las derechas, que tanto dolor, pérdidas monetarias y vidas causaron. Esos países sufrieron golpes de Estado liderados por gente que buscaba su beneficio personal, tratando de imponer sus propios procesos de transformación social, económico-políticos, dejando de lado la libre democracia.
El término «golpe de Estado» parecía ya abolido de las mentes de este siglo XXI; sin embargo, parece que para algunos cabecillas desestabilizadores y antidemocráticos, esta acción violenta para desplazar a un líder democráticamente elegido aún es viable, al igual que utilizar el concepto de revolución para apoderarse de lo que no pueden conseguir por medio del libre voto, soberano y ejercido por la ciudadanía.
Hay que tener cuidado con los apologistas a los golpes de Estado, pues uno de los primeros pasos dentro del manual de los golpistas es hacer creer a la opinión pública que se vive en una dictadura o que no existen las garantías democráticas, posteriormente se trata de presionar por medio de marchas y manifestaciones, con la esperanza perversa de que las fuerzas del orden lastimen a un miembro de la organización para colocarle la categoría de mártir; y en el caso de que las fuerzas del orden no hagan nada, los grupos golpistas son capaces de dañar a sus propios militantes, con tal de aparentar ser las víctimas. Es así como posteriormente surgen supuestas organizaciones civiles que buscan la desestabilización del Gobierno a través de acciones orientadas a generar caos social para provocar la caída del Gobierno y acceder ellos al poder.
Hay que estar atentos al accionar de los apologistas y los antidemocráticos, quienes pueden buscar golpes de Estado al adoptar formas más complejas y menos evidentes, mediante técnicas de desestabilización económica, instigar caos social y utilizar los medios de comunicación de masas contrarios al Gobierno para que parezca la única opción ante la crisis política que ellos mismos crearon.
A manera de conclusión, se puede decir que solo las mentes retrógradas y fosilizadas en el pasado sangriento pueden desear y hacer apología a golpes de Estado, ya que esas son las viejas formas de hacer política para llegar al poder. Son cosas que deben quedarse enterradas en el cementerio de la lucha entre ideologías primitivas, que ya no sirven para explicar la realidad actual, pero que algunos apologistas y cínicos las usan para captar a ingenuos y vivir de la corrupción, el dolor y la ignorancia de la sociedad, mientras ellos viven en la opulencia, disfrutando las vidas y los privilegios de los que se suponía estaban en contra.
Por último, es interesante ver que a lo largo del planeta los países cuyos gobernantes son el fruto de un golpe de Estado son terriblemente pobres y retrasados en todos los indicadores socioeconómicos, además de que sus gobiernos tienen tendencias ideológicas de izquierda.