Es básico para las estructuras sociales que buscan acceder al poder político descifrar la voluntad de los futuros gobernados, pues de ello emana el discurso que logre ganar el corazón y la voluntad para obtener su beneplácito que se traduzca en un voto a favor.
Descifrar el sentimiento-pensamiento del que decidirá en las urnas requiere mucho análisis, metodología, estadística, lógica, marketing, IA, experiencia, suspicacia, más análisis y toma de decisiones, y otras variables. En la búsqueda de ser lo más asertivas posible, dichas estructuras cuentan con expertos, y de estos hay una gran diversidad, incluyendo a los farsantes, «falsos profetas» o «vendedores de humo», como se dice coloquialmente, que presentándose cuales todólogos ofrecen y venden su expertise.
Afirman saber de economía, ciencias sociales, políticas públicas, encuestas, seguridad nacional, leyes, constituciones, relaciones exteriores, comunicaciones, criptomonedas, tratados de libre comercio; o sea, analistas integrales. Se encuentran mañana, mediodía, tarde y noche en radios, cadenas de TV, redes sociales, periódicos, ONG, movimientos sociales, oposición política. Son casi omnipresentes. ¿A cuántos puede identificar?
En más de alguna ocasión usted y yo hemos sido expertos en algo, incluyendo fútbol, con las soluciones a todos los problemas que se presenten. Nadie nos gana. Pero el tamiz del tiempo constituye el verdadero colador para separar a los verdaderos analistas de los farsantes.
Conforme se acercan las importantísimas elecciones generales de 2024 brotan analistas por doquier. De muy pocos el tiempo ya demostró que son asertivos, pero la gran mayoría solo tiene palabras de arena llevada por el viento. Estos últimos son quienes durante años estuvieron gobernando o asesorando a administraciones tricolores y rojas que dejaron a El Salvador en el mismo hoyo en el que estuvo durante 12 años de guerra civil, o quizás peor, pues pasamos del conflicto entre Ejército y guerrilla al social.
En 2009 los votantes decidieron por mayoría democrática elegir a Nayib Bukele como presidente de la república, y en 2021 a Nuevas Ideas como el partido con representación simple y calificada en la Asamblea Legislativa, que se traduce en la necesaria gobernabilidad para el Ejecutivo. Los resultados están a la vista.
¿Qué les pasó a los analistas-asesores de las viejas estructuras políticas? ¿Por qué sus clientes perdieron las elecciones? ¿No supieron descifrar la voluntad del soberano? Evidentemente no. El agravante es que tampoco lo están haciendo, según vemos en los resultados de encuestas nacionales e internacionales que dicen que el presidente Bukele tiene 90 %, más en algunos casos, de los ciudadanos que avalan su trabajo y por ello acuerpan que compita en 2024 por la presidencia. La resolución 1-2021 de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia lo habilita para ello. Recordando la premisa que ARENA y el FMLN pronunciaron por 30 años: «Las resoluciones constitucionales son de estricto cumplimiento». Como dijo un verdadero experto en entrevista televisiva: «Ya no hay más que decir en este tema». Hacerlo solo es necedad.
Con base en los resultados electorales de 2019 y 2021, y el escenario político hacia 2024, con la fórmula cian Bukele-Ulloa confirmada, lo más juicioso sería —a manera de recomendación— no escuchar a los «expertos», pues su anosmia política solo lleva al despeñadero, como hicieron con ARENA y el FMLN. Y la gran mayoría de salvadoreños no queremos eso para nuestra nación.