Este domingo, los salvadoreños estamos llamados a acudir nuevamente a las urnas para elegir a los nuevos alcaldes. Después de la reforma aprobada por la Asamblea Legislativa, en esta ocasión se votará para escoger a gobernantes de 44 municipios, que agrupan las 262 unidades administrativas previas, que se convertirán en distritos.
Gracias a este cambio, los recursos públicos serán aprovechados de manera más eficiente y efectiva, logrando mejores obras y reduciendo el gasto burocrático. Por décadas, los partidos que gobernaron y sus aliados utilizaron a las municipalidades como la «fábrica de empleos» que uno de los expresidentes prófugos ofreció como parte de su campaña, pero que en la realidad solo servía para asignar salarios a activistas que nada hacían como servidores públicos.
El pueblo salvadoreño demostró su alto sentido cívico al acudir masivamente a las urnas el 4 de febrero, cuando reeligió al presidente Nayib Bukele y escogió a una nueva Asamblea Legislativa con la suficiente fuerza para acompañar todas las iniciativas y los programas del gobernante.
En los últimos años, el trabajo coordinado entre el Ejecutivo y el Legislativo ha mostrado ser eficaz para dotar a las fuerzas de seguridad pública de las herramientas legales para combatir de manera contundente a las pandillas, causantes de la inseguridad que durante muchos años la vieja clase política dejó instalarse en el país.
Ahora, El Salvador dejó de ser la capital de los homicidios y abandonó las listas de las naciones más peligrosas. Hoy por hoy, el país es el más seguro del hemisferio occidental y los planes del presidente Bukele son analizados en todo el mundo, en diversos intentos por replicar su éxito.
A escala municipal, los ciudadanos decidirán hoy si están a favor de elegir a funcionarios que trabajen de manera articulada con el Gobierno o si, en cambio, escogen una de las cartas propuestas por los viejos partidos políticos.
El país se encuentra en un proceso de profundos cambios y renovación. Ya los primeros frutos han demostrado que sí es posible transformar un país si hay voluntad política y valentía. El trabajo pendiente sigue siendo enorme, pues El Salvador apenas se ha empezado a recuperar de décadas de pillaje en las administraciones anteriores a la del presidente Bukele.
Cada uno tiene en sus manos la posibilidad de seguir construyendo el futuro o de regresar a las viejas prácticas políticas.