El actual conflicto militar se dio en el marco de un contexto regional e internacional donde el tema palestino estaba inmerso prácticamente en el olvido.
La sociedad israelí estaba habituada al «statu quo» impuesto a la población palestina y, al mismo tiempo, se encontraba polarizada por los esfuerzos del premier Netanyahu para imponer una legislación judicial que los dividió y generó constantes manifestaciones de rechazo.
Absolutamente, todo cambió el 7 de octubre pasado, con el ataque de comandos de Hamás en contra de la población civil israelí que vivía en las inmediaciones de la Franja de Gaza. Tel Aviv inmediatamente reaccionó formando un gobierno de unidad nacional en aras de iniciar los bombardeos contra el territorio gazatí y lanzó una operación terrestre para ocupar totalmente la
Franja de Gaza. Con el argumento de acabar con la organización terrorista de Hamás se ha dado a la tarea de bombardear campos de refugiados, edificios, viviendas, hospitales, escuelas, instalaciones de la ONU y hasta ambulancias de la Media Luna Roja (equivalente a la Cruz Roja, pero a escala local).
En 32 días de ataques indiscriminados ha matado a 10,305 palestinos, de los cuales 4,104 han sido niños y ha herido a 23,000 personas.
Los gobernantes israelíes han cortado el agua, la luz y los combustibles y solo ha permitido que pasen cerca de 35 camiones con alimentos y agua, lo cual es absolutamente insuficiente para alimentar a 2 millones de palestinos, y sistemáticamente se niega a decretar un cese al fuego.
A la vista de todos, Israel ejecuta un claro y abierto genocidio en contra del pueblo palestino, violatorio de todas las normas del Derecho Internacional Humanitario.
Este trágico panorama es observado pasivamente por los gobiernos árabes de Egipto, Jordania, Líbano, Arabia Saudita y los jeques millonarios de Kuwait, Qatar, Baréin y otros países.
Sorprende sobremanera el abierto apoyo a los ataques de Israel de parte de España, Francia, Alemania, Italia y de otros países europeos de la OTAN. Habría que recordar que durante la Segunda Guerra Mundial fueron los nazis alemanes, en contubernio con los fascistas españoles, franceses, italianos, polacos, ucranianos y otros, los que ejecutaron el holocausto que asesinó a 6 millones de judíos, gitanos y a otras minorías.
Fueron los europeos los que cometieron esa barbarie, no los palestinos, y dos años más tarde, en 1947, votaron la Resolución 181 de la ONU que decidió la partición de Palestina, mediante la cual se creó el Estado de Israel y 75 años después esta potencia se ha negado a que se constituya el Estado palestino en su propia tierra.
Resulta trágicamente paradójico que los mismos países europeos en los que se masacró a los judíos decidieran darle a Israel un territorio que no les pertenecía, y que 75 años más tarde estén dando luz verde al genocidio del pueblo palestino en su propio territorio.
No cabe duda de que esos países europeos aún no logran sacudirse su vergonzoso estigma colonialista. La Unión Europea, que se jacta de ser la vanguardia de la cultura occidental y defiende los derechos humanos por el planeta, ahora asume una posición complaciente y displicente respecto a un genocidio que se está ejecutando en pleno siglo XXI y ante sus propios ojos. Es la hipocresía internacional en todo su esplendor.
Sobre la posición de Estados Unidos hay mucho que decir. El 14 de mayo de 1948 los colonialistas ingleses retiraron su ejército de Palestina y el 15 de mayo David Ben Gurion declaró el nacimiento del Estado de Israel; siete minutos más tarde, el presidente estadounidense Harry Truman lo reconoció. A partir de entonces, Estados Unidos ha venido prestando ayuda incondicional a Israel. De acuerdo con la Agencia Oficial de Investigaciones del Congreso de este país, desde 1948 hasta la fecha, Washington ha otorgado a Tel Aviv más de $158,000 millones, de los cuales $105,300 millones (dos tercios del total) han sido de ayuda militar, con lo cual, es el país que más más ayuda recibe en el mundo, convirtiéndose en la potencia militar más importante de Oriente Medio. Hasta la fecha, se sabe que Israel tiene más de 100 bombas atómicas.
Año con año, Tel Aviv recibe de Estados Unidos entre $5,000 y $7,000 millones. Con esta inmensa ayuda, el Estado sionista no solo tiene el ejército más poderoso de la región, también financia los cientos de asentamientos de sus colonos, quienes roban y despojan las tierras a los palestinos.
Después de que se inició la guerra contra Gaza, el presidente Biden anunció que iba a solicitar al Congreso una ayuda extraordinaria de $100,000 millones para Ucrania e Israel. Estas descomunales cifras de ayuda al Estado sionista hablan por sí mismas.
El maestro Gregorio Selser sarcásticamente sostuvo que Israel era el portaviones de Estados Unidos en la región. A pesar de las lamentables pérdidas de vidas humanas, esta guerra ha generado importantes resultados que deben ponderarse para analizar el conflicto:
• El tema palestino se ha colocado en la palestra internacional.
• El mundo entero ha atestiguado que Israel es un Estado terrorista que no respeta los derechos humanos, que desprecia totalmente el Derecho Internacional Humanitario y que comete cotidianamente actos de genocidio contra el pueblo palestino.
• Que Estados Unidos, los países árabes y los países europeos son cómplices del genocidio palestino.
• Que los palestinos, como todos los pueblos del mundo, tienen el inalienable derecho a la autodeterminación y a tener un Estado libre y soberano.
Seguramente, el Ejército y el Estado sionista de Israel ganarán militarmente esta batalla en la Franja de Gaza, pero moral y políticamente ya la han perdido de forma irremediable ante la opinión pública internacional y ante los pueblos del mundo.