En nuestro país se utiliza muchas veces la sabiduría popular para interpretar cualquier situación que se nos presenta en el diario vivir, y es donde cabe aquello que dice «nunca hagas cosas malas que parezcan buenas ni cosas buenas que parezcan malas». Algo de esto le ocurre a nuestro querido país, y siempre, o casi siempre, utilizamos como punto de referencia fechas simbólicas o metafóricas que nos permiten contextualizar nuestras visiones o análisis de los fenómenos propios de la realidad salvadoreña, y es así como recordamos la finalización del conflicto armado, suscitado por las guerrillas del FMLN y las Fuerzas Armadas entre 1980 y 1992, el cual culminó con una firma el 16 de enero de 1992.
Eso ya fue derogado por la nueva Asamblea Legislativa, por no representar el verdadero espíritu de paz para la población salvadoreña; esa fecha generó las condiciones para que nuestro país se aventurara a la implementación del neoliberalismo, el que en su esencia representa una teoría política y económica que busca reducir al mínimo la intervención del Estado, apoya la libertad económica y el libre mercado, cuyos pilares fundamentales son la privatización y la desregulación. Esta teoría es, además, una antítesis al keynesianismo dominante hasta entonces en el mundo capitalista.
Se puede, además, analizar con la implementación de esta teoría económica, que conlleva la reducción de impuestos a las personas o grupos más adinerados con el fin de impulsar una «economía de la oferta», bajo la teoría de la filtración descendente o «teoría del rebalse», incluye los planes de ajuste estructural y el apoyo al proceso de globalización de la economía.
Lo anteriormente planteado es la oferta negociada entre el gobierno de ARENA del entonces presidente Alfredo Cristiani y la cúpula del FMLN. Parece raro que después de años de confrontación y con visiones político-ideológicas opuestas hayan concordado y que el FMLN diametralmente antagónico a cualquier teoría de corte capitalista haya aceptado esos planteamientos. La respuesta la tenemos hoy día con resultados como tratados de libre comercio, dolarización de la economía (nos dejaron sin política monetaria), aprobación del IVA (Pacto de San Andrés), privatización de las telecomunicaciones, privatización de nuestro sistema previsional e implementación de la AFP con los catastróficos resultados para la clase trabajadora ya conocidos.
El escenario antes descrito fue la plataforma de dos cúpulas que negociaron «la paz», pero llevaba intrínseca la ejecución o concreción de los objetivos que trazaban ambas para beneficios particulares; 30 años después nos dimos cuenta de que jugaron con la inteligencia del salvadoreño honrado y trabajador, y que los ideales revolucionarios, para el caso del FMLN, solo fueron una burda pantalla que ocultaba intenciones de ostentar poder político y económico. Cabe aclarar que el primero lo tuvieron, pero lo aprovecharon para fines puramente personales y en contra del pueblo salvadoreño; en el caso de lo económico, una vez más se apropiaron de manera indebida del erario, y eso generó una dispersión asilándose en países del área, buscando refugio so pretexto de considerarse «perseguidos políticos».
El escenario de 1992 fue propicio para que las cúpulas gobernantes, que equivale a decir que fue una prolongación de una dictadura que se perpetuó por 30 años, invadieran también el campo educativo, y de allí que se implementaron políticas que en poco o nada favorecieron a nuestra escuela salvadoreña; caso contrario, ya hubiésemos alcanzado la excelencia académica de la que tanto se habló con el Programa Escuela Saludable, impulsado por el gobierno de ARENA ( Cristiani y Calderón Sol), el Plan 2021, que en su marco conceptual decía que para ese año (2021) nuestro país sería bilingüe, cosa que, como vemos, no es cierta. Solo recuerdo a alumnos de la carrera de Idiomas a quienes diputados de ARENA y del FMLN no quisieron recibir en la comisión de cultura y educación por un problema con las pruebas Toefl.