En febrero de este año El Salvador comenzó a recibir los primeros lotes de vacunas contra la COVID-19 que el Gobierno había negociado con mucha anticipación con los laboratorios internacionales.
La noticia cayó como bomba en los círculos opositores al presidente Nayib Bukele. No era para menos, con el afán de mantener a flote sus institutos políticos —léase ARENA-FMLN-PDC— habían lanzado la campaña de que el país sería de los últimos en recibir vacunas por «falta de preparación y por la improvisación del Gobierno».
Los todavía diputados, con sus manuales jurásicos, convocaban a conferencias de prensa para inyectar desesperanza en los salvadoreños, para sacar rédito político y mantenerse a flote lanzando especulaciones y mentiras.
Aún recuerdo el rostro descompuesto y las palabras que expresó una exdiputada efemelenista cuando supo de la llegada de las vacunas. «Lamento que las vacunas lleguen días antes de las elecciones… lamento que el tema de salud se tenga que politizar», dijo.
Si proteger la salud y la vida de los salvadoreños, de mi familia, de mis amigos, es politizar, yo grito «qué bonita politización».
Por eso, y por mucho más, entiendo cuando el presidente Nayib Bukele pregunta a la oposición y sus medios de comunicación vasallos por qué odian tanto a los salvadoreños.
Y la respuesta la dan todas las acciones que este Gobierno ha llevado a cabo: El Salvador se volvió líder en la vacunación en la región desde hace muchísimo tiempo; construyó en tiempos difíciles de pandemia el mejor hospital en Latinoamérica para atender a los perjudicados por el virus, salvando miles de vidas, y acercó las pruebas PCR en todo el territorio nacional.
También está dotando de computadoras de calidad y con internet a todos los niños de los centros escolares; ha entregado alimentos, aliviando así la economía de las familias salvadoreñas; ha dado los recursos para que las mipymes se recuperen, para que las empresas paguen sus planillas; optó por medidas que empujan a que la recuperación económica avance a pasos agigantados; está atrayendo inversiones, y la lista es larga…
Ante eso, la oposición —que, hay que decirlo, no es ARENA-FMLN, sino los poderes detrás del telón arropados por foráneos abusivos— ahora eleva a esferas internacionales su encarnizada lucha por recuperar el poder que ostentó por décadas sometiendo a toda una nación.
Sin importarles pasarse llevando a la gran mayoría de los salvadoreños, como siempre lo han hecho, buscan a toda costa que países amigos quiten toda cooperación hacia El Salvador. Montan sus operaciones en capitales de países clave, se apoyan en seudoperiodistas y lobistas, envían cartas a organismos financieros internacionales para perjudicar al país, crean listados de los que consideran corruptos, hacen uso de sus medios de comunicación para mentir y desprestigiar.
Esa misma oposición ahora se «jala de los pelos» cuando, a pesar de todo su ataque a escala internacional, se da cuenta de que El Salvador ¡crecerá 9 %!, superando a todos los países de la región, y que las inversiones extranjeras continúan llegando.
Me imagino los rostros descompuestos de todos los del 3 %, llenos de ira y haciendo rabietas en las mesas conspiradoras de las que participan todos los días, y que son de conocimiento público.
Me pregunto: y ahora que El Salvador tiene nuevamente una línea aérea y que además acepta el bitcóin, ¿qué tipo de cara tienen? Y más cuando saben que es parte de la reactivación económica y aérea que estamos teniendo.
Seguramente están gritando «¡llévense esa aerolínea!».
Y perderán más el control cuando sepan que El Salvador es el país con más proyección de pasajes aéreos en la región centroamericana y del Caribe, de septiembre a diciembre de 2021.
Después de muchos años, nuestro país vuelve a tener una aerolínea propia, con boletos de bajísimo costo, con aviones que vuelan con bandera salvadoreña, que su base está aquí, y sus pilotos y sobrecargos son salvadoreños.
Esto es un claro ejemplo de la seguridad jurídica y del ambiente propicio que hay en nuestro país para la inversión local y extranjera, a pesar de la incertidumbre y del caos que siembran los mismos de siempre.
Definitivamente, el país está cambiando. El mundo entero está viendo cómo El Salvador se está levantando, con la ayuda de la población y de la diáspora, botando todo pronóstico.
Sin duda alguna hay un excelente Gobierno que se preocupa por gobernar. Y por eso estamos logrando lo que pocos países han logrado: una pronta recuperación económica que beneficia a toda la población.